Palabra Pública - N°8 2017 - Universidad de Chile

la Dirección de Presupuesto, esta reali- dad se agudiza en el caso de las últimas generaciones de egresados. La historia es conocida: cuando Chile ingresó a la OCDE en 2008 tenía dife- rencias enormes con el resto de los países de la organización y las cifras de investiga- dores en I+D (Investigación y Desarrollo) no eran la excepción. El primer gobierno de Michelle Bachelet decidió seguir los consejos del organismo internacional, que advertía que Chile necesitaba con- tar con mayor capital humano avanzado para continuar su camino al desarrollo, y aumentó el presupuesto para las becas de postgrado, creando el programa Becas Chile. Han pasado nueve años y el objeti- vo se ha cumplido: actualmente tenemos un investigador por cada mil habitan- tes (aún lejos de los 8.3 de la OCDE) y se proyecta que para 2020 se graduarán 1.065 doctores al año. Sin embargo, hay un problema. Al terminar sus estudios, los becarios deben comenzar su retribución al país, pero la tarea no es tan sencilla. La mayoría tiene la misma duda en mente: ¿dónde y en qué trabajar? Doctores buscan trabajo La cifra de desempleo de los doctores se- gún la ANIP dobla al promedio nacional de desempleo, pero tiene un factor que la hace aún más compleja: el Estado in- vierte casi 20 millones anuales por cada becario de doctorado en el extranjero, y un poco más de 10 millones en el caso de los que estudian en Chile. Pensando en esto, Conicyt creó en 2009 el Programa de Atracción e Inserción de Capital Humano Avanzado (PAI). “Nuestro objetivo es fortalecer las capa- cidades académicas, científicas y tecno- lógicas de instituciones nacionales que desarrollan ciencia y tecnología. Para eso, una de nuestras líneas de acción persigue apoyar la inserción laboral de nuevos in- vestigadores formados en Chile y el ex- tranjero, tanto en la academia como en el sector productivo nacional”, enuncia Tomás de Aguirre, coordinador del PAI. Existen varios mecanismos para lograr este objetivo, entre los que se cuentan concursos de postdoctorado, Fondecyt de Iniciación, apoyo al retorno de inves- tigadores desde el extranjero, concursos de tesis en el sector productivo, fondos de inserción para el sector productivo y para la academia. En la última convocatoria de esta última modalidad se financiará la in- serción de cincuenta doctores en universi- dades chilenas, cantidad dos veces mayor al concurso del año pasado. Las instituciones de educación superior son la gran fuente de trabajo de los doctores en Chile, ya que acogen a cerca de un 60% de los investigadores. Sin embargo, desde la academia ven con preocupación el futu- ro, ya que se estima que las universidades no tendrán la capacidad para absorber a las crecientes nuevas generaciones de becarios. Para Jorge Babul, científico y director del Programa Académico de Bachillerato de la Universidad de Chile, el problema yace en que no hay un plan de desarrollo na- cional para la innovación y el desarrollo, el que debería pensar en las necesidades de Chile en áreas estratégicas, e incluir a las universidades y al mundo privado. “No hay una política nacional y tampo- co hay ganas de resolver el problema. En Chile debería haber anticipación a las necesidades. Si quisiésemos incursionar en energía nuclear ahora, por ejemplo, en este momento no tenemos los físicos necesarios para hacerlo. Uno se demora 15 ó 20 años para tener el personal para algo así. Si hubiésemos querido hacerlo, deberíamos haber pensado hace mucho tiempo y haber decidido enviar gente para afuera”, ejemplifica. Ignacio Ormazábal, presidente de la ANIP, coincide con el diagnóstico del Profesor Babul, pero además cree que hay una arista que tiene que ver con el sistema de acreditación de universidades, que pide programas de doctorados para alcanzar la acreditación máxima en el área de investi- gación. “Esto ha generado un aumento en la oferta de programas y la matrícula se ha disparado. En 2006 alcanzaba los 2.753 estudiantes según los datos de Conicyt, y para el 2016 había subido a 5.545. Pero aumenta la matrícula y a medida que se van graduando los doctores, aumenta la demanda por los fondos.” En este último tema se anticipa lo crí- tico de la situación: para los fondos de Postdoctorado, camino de muchos in- vestigadores luego de terminar sus becas, hubo 955 postulaciones este año y se adjudicaron 310. El número de fondos otorgados no ha variado mucho durante los últimos años, pero sí la tasa de adju- “Cuando uno vuelve y postula a algún proyecto o fondo, en la mayoría de ellos te piden un partner internacional. Una persona que hizo el doctorado en Chile se ve limitado en este aspecto, a menos que haya hecho una estadía en el extranjero. En este sentido, ayudaría mucho contar con chilenos en otras partes para ayudar a quienes están en el país”, dice Claudio Parra. Jorge Babul P.27 Nº8 2018 / P.P.

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