Palabra Pública - N°7 2017 - Universidad de Chile
nueva de ellos en América Latina con una nueva metodología”, sostiene el autor de obras como Filosofía de la Liberación y 20 Tesis de Política . Al armar un pequeño mapa geopolítico para evidenciar lo que condiciona hasta nuestras subjetividades, Dussel cree que “no hay una alternativa a corto plazo al neoliberalismo”, aunque es optimista al decir que “se puede poner un freno y salvar lo que se pueda sal- var, y sobre todo se puede movilizar al pue- blo”. Y es ahí cuando valora proyectos como el de Hugo Chá- vez, “quien no fue un dictadorzuelo sino un teórico de la política. Me acuerdo que uno se reunía con él y luego daba un dis- curso donde metía los diez libros que había leído los días anteriores, comen- tando las lecturas. ¿Qué presidente de América Latina puede dar una lección de política a nivel casi universita- rio? Ninguno. Pero de pronto todo empieza a derrumbarse porque está la crisis del petróleo. Entonces, eran revoluciones triunfantes por- que tenían recursos”. Venezuela le sirve de bi- sagra para afirmar que “no hay sistema político perfecto debido a la condición humana. Pero se puede gestionar esa imperfección de mu- chas maneras: para diez personas o para todo un pueblo. Ahí está el límite”. Un límite crí- tico para izquierdas y derechas. “Hoy hay que ver lo que está pasando en Venezuela a la luz de que es el país con la reserva de petróleo más grande del mundo. Es superior a la de Arabia Saudita, y Estados Unidos sabe que ahí está la solución energética para medio siglo más”, enfatiza para decir que las intervenciones son externas e internas, cuando los dirigentes pier- den al pueblo que los constituyen. Crítica a la condición humana Dussel advierte que “hay que tener cuidado, porque la única sede del ejercicio del poder es un pueblo. La soberanía tiene al pueblo como sujeto actor y no al Estado. El Estado es un aparato obediencial del pueblo y representante del pueblo, elegido por él, y que debe crearse además una participación institucional que el Estado moderno no ha creado. Nunca hemos creado instituciones de participación que pro- pongan a la representación los fines que contro- len esa representación y que la destituyan en el ejercicio del poder si es necesario. Una demo- cracia participativa no debe ser contradictoria a la representativa, pero hay que saberla articular. Esa es la revolución del siglo XXI. La izquierda soviética no sabía lo que era representación y tampoco participación. Desde la Revolución Francesa no se sabe lo que es un Estado partici- pativo y por eso hay que inventarlo”. En medio del diálogo, el ejemplo se materia- liza al decir que “los salarios de diputados y senadores son excesivos y hay un asunto del poder complejo cuando estos representantes, y otros, creen que son la sede del poder y no es el pueblo esa sede del poder. Ahí es cuando se corrompen. Esta es la corrupción ontológi- ca que nadie trabaja”. Para él, “muy distinto es ser servidor del pueblo; y esa es una ética que la forma el partido, pero hoy los partidos son mecanismos electorales de corrupción de los mejores militantes. Entonces, cuando se habla de ética y política hay que tener cuidado; no sólo se debe no robar sino que entender que si cumples con la ley ya eres corrupto porque se te pagó un salario desproporcionado. Ahí es cuando no se salva nadie”. Lenin, a quien lee como un clásico de la política sin ser leninista, antes de la Revolución decía que había que luchar contra el Estado dominador y reemplazarlo. El acto fallido se produce, dice “No hay sistema político perfecto debido a la condición humana. Pero se puede gestionar esa imperfección de muchas maneras: para diez personas o para todo un pueblo. Ahí está el límite”. P.6 P.P. / Nº7 2017
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