Palabra Pública - N°7 2017 - Universidad de Chile
P.16 P.P. / Nº7 2017 trayecto que sigue etapas que van hacia el ser y llegan al no ser. En el fondo, la pre- gunta de Gorgias no es por lo que está allí y siempre allí –y que el hombre debe de- cir– sino por el efecto de decir. El ser es un efecto del acto de decir, y con eso entramos a otra dimensión del lenguaje, que no es la aletheia, el desvelamiento, la verdad o la fidelidad, sino que es la dimensión perfor- mativa. Gorgias toma al poema en el senti- do mismo de la palabra poema, como algo que tiene la capacidad de fabricar. Usted ha llevado esto a un plano político. -Es la relación entre discurso y política. Cuando lo que cuenta y lo que está prime- ro no es el ser ni la naturaleza ni su desve- lamiento, sino lo que uno fabrica al hablar y lo que el logos puede hacer, uno de los primeros efectos es lo político. Aristóteles no se equivoca al decir que el hombre está dotado de logos y es más político que los demás animales, porque tiene intercam- bios de palabras. Usted trabajó este problema de forma concreta en la Comisión de Verdad y Re- conciliación de Sudáfrica (1995-1998). -Lo que pasó en Sudáfrica es un muy buen modelo de lo que puede suceder con la política performativa, o con lo perfor- mativo en la política. La realidad que se construyó con Sudáfrica es el Pueblo Ar- coíris (Rainbow People) , el nuevo pueblo de África del sur, que con el entrecruzamiento de los relatos de víctimas y verdugos fabricó un pasado común. ¿No fue una lucha de relatos? -No, porque funciona en el marco de un dispositivo muy preciso: los verdugos están obligados a decir la verdad y toda la verdad porque es la única posibilidad que tienen de ser amnistiados. Si no dicen todo, no hay amnistía, todos los relatos deben ser producidos. No es un asunto de moral ni de perdón, es un asunto político, hay que constituir el pasado común y el Pueblo Arcoíris. La verdad en cuestión no es una verdad histórica, ni filosófica, ni es la verdad personal de cada uno, sino la verdad suficiente para fabricar un pasado común y vivir con él. ¿Y la verdad jurídica? -No es ese el problema. La Comisión de Verdad y Reconciliación no era una corte de justicia. ¿Y el olvido? Recuerdo que Ernest Re- nan, en ¿Qué es una nación?, decía que era necesario olvidar ciertos hechos para poder permanecer juntos. -Es un trabajo sobre eso. En griego am- nistía es el doblete de amnesia. La primera amnistía, en Atenas, al final de la tiranía filo-espartana de los Treinta, después de las Guerras del Peloponeso, fue una obliga- ción de olvidar: mê mnêsikakein , que signi- fica “no traerás el recuerdo de los males”. Y el primero que trajo el recuerdo de la Gue- rra Civil entre filo-espartanos y anti-espar- tanos a un escenario de teatro, por lo que sabemos, terminó siendo ajusticiado. Era un juramento muy serio que cada juez o funcionario debía renovar. La amnistía es- cogida en Sudáfrica es lo contrario de una amnesia, pero hay un momento en el que se decide detener la producción de relatos. Cuando se hace entrega de los informes de la Comisión a Mandela, también se hace entrega pública de los informes en internet, y ahí se acaba. ¿Y la gente acepta que ahí se acabe? -La gente no acepta así nomás. Hubo un larguísimo trabajo, y también repara- ciones financieras. Pero sobre todo, se hace la Comisión en un momento elegido, un kairos , en que no había vencedores ni ven- cidos. Era eso o una guerra civil. Puede que haya sido una ilusión, pero hubo que decidir. La justicia, la policía, todos esta- ban a favor. Y era necesario también para hacer elecciones libres. Había un trato: te tengo y me tienes atrapado de la barbilla. Era verdad a cambio de libertad y libertad a cambio de verdad. Dice que había momentos en que la con- versación se detenía. -Era la emoción. Había momentos, a veces entre dos audiciones, en que Des- mond Tutu, el presidente de la Comi- sión, se retiraba a rezar porque le pare- cían insoportables. ¿Le interesa la tradición religiosa? -Claro. No es que me interese, sino que va de suyo. Todo esto empezó con los sa- “Hay que conservar las lenguas y su vitalidad, y no como dialectos para hablar en la casa”. “La amnistía escogida en Sudáfrica es lo contrario de una amnesia, pero hay un momento en el que se decide detener la producción de relatos”.
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