Palabra Pública - N°7 2017 - Universidad de Chile
Han pasado más de veinte años desde que comenzó el período oscuro de la Editorial y 17 desde que se decretara su quiebra, pero para Eduardo Castro y su familia el tema está lejos de ser un asunto cerrado. Él prefiere no entrar en detalles, elige cali- ficarlo sólo como “un tiempo triste, muy triste”. Su hija Isabel es más locuaz res- pecto a esa etapa de la empresa y de su familia, y directamente acusa dolo en los malos manejos económicos. “Yo vi a mi papá sufrir porque era su vida que se estaba cayendo, y todo por una ges- tión malintencionada. Fue muy terrible, era una Editorial sin deudas y con una vi- sión de futuro y la liquidaron en dos o tres años”. Isabel se emociona cuando recuerda las llamadas a todas horas, las reuniones diarias en el living de la casa donde han vivido todos estos años y la impotencia de su padre al ver cómo el trabajo de toda una vida se iba desmoronando poco a poco frente a sus ojos. Él estaba dedicado al sec- tor editorial, pero cuando llegó el síndico y con él la quiebra, Eduardo asumió nue- vamente el timón del proyecto de su vida. “Es muy difícil, casi imposible, que una em- presa que cae en quiebra vuelva a repuntar. Tuvimos continuidad de giro y luego pudi- mos continuar. Y la figura de don Eduardo fue clave para sacarnos de la quiebra, por- que los autores y los alumnos de la Univer- sidad conversaban con él, y él los hizo creer en la Editorial”, recuerda Lilian. La campaña por la supervivencia de Uni- versitaria permeó las fronteras de la insti- tución y se tomó el mundo cultural, lle- gando incluso a la prensa escrita. El diario El Mercurio publicó editoriales con títu- los como “Editorial Universitaria no pue- de morir” y “Un SOS patrimonial”, en los que llamaba a autoridades de la época y a los escritores que habían publicado en ella a defender a la empresa y no dejarla morir con la quiebra. Gracias a las gestiones de Castro y su equipo, la Editorial Universitaria sobre- vivió. Sin embargo, las pérdidas fueron muchas y dolorosas: todas sus librerías, excepto la ubicada en la Casa Central de la Universidad y que es dada en comoda- to; su sede, su taller, su imprenta, la dis- tribución de los libros y su lugar de líder en el mercado editorial, lo que la dejó con una deuda de más de cinco mil mi- llones de pesos. Pero no perdió su catá- logo, el que a la postre sería su salvación. “Esta editorial surgió gracias al impulso del rector Juvenal Hernández, con fondos de la Universidad de Chile y siempre ha funcionado en la misma institución. Esta es la casa de los académicos de la Universidad y siempre lo será”, subraya Matte. Eduardo Castro P.11 Nº6 2017 / P.P.
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