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¿Y las drogas? Algunos opositores al acuerdo acusaban a las

FARC de ser el mayor grupo narcotraficante del mundo.

Yo llegué a la convicción muy absoluta de que ellos no son

narcotraficantes. Ellos facilitaban esa actividad en un territorio

controlado y cobraban impuestos. Ellos no hacían el proceso de

producción, ni traslado, ni comercio. Con el acuerdo, ellos re-

nunciaban a un sistema de recaudación tributaria sobre la pro-

ducción de la hoja de coca y sobre los laboratorios establecidos

en esos territorios. Ellos se declaraban un Estado y cobraban

este impuesto para financiarlo. Han dicho ‘no somos narcotrafi-

cantes, somos guerrilleros’.

¿Qué pasaba con las víctimas de la guerra en este acuerdo?

En este punto se hizo el trabajo más notable, porque en

Colombia hay siete millones de víctimas con 11 orígenes dis-

tintos (asesinatos, secuestros, abusos sexuales, desplazamiento

forzado, entre otros), donde las FARC, el ejército y los para-

militares fueron responsables. La idea siempre fue darles repa-

ración y participación. Ha sido la primera vez en la historia en

que las víctimas de una guerra participan directamente en un

acuerdo de paz. El 75% de las víctimas que dio su testimonio

durante las negociaciones dijo: ‘no se paren de esta mesa sin

alcanzar la paz’. Fue una exhortación de un alto valor ético.

Un acto conmovedor.

¿La reparación consideraba la acción de la justicia?

Ése fue el punto más conflictivo: la justicia transicional. La

discusión sobre las penas a aplicar y sobre la clasificación de los

delitos fue muy difícil. Las partes no se movían de su posición

“Es una etapa de

vacío,

burbuja o limbo

político. No estamos en

el cielo ni en el infierno”.

ni cinco centímetros. Entonces, se tuvo que crear una especie

de código penal especial, aplicable a esta situación con pleno

resguardo del Estatuto de Roma, donde participaron represen-

tantes elegidos por el gobierno colombiano y por las FARC.

Incluso, la Corte Penal Internacional emitió una nota declaran-

do su satisfacción al respecto por dar cumplimiento a todas las

normas del derecho internacional.

El triunfo del No

Si todos los puntos del acuerdo suenan tan coherentes y am-

parados en el derecho internacional, ¿por qué ganó el No en

el plebiscito?

Es complicado explicar ese resultado sin entrar en los de-

talles de la política colombiana, que es un tema que nos está

vedado a los que estamos participando en este proceso.

Pero el rol del ex presidente Álvaro Uribe fue notorio.

En mi opinión, los que votaron No pertenecen a dos pos-

turas distintas. Hay personas que -viendo el Plan Colombia

del presidente Uribe, donde el actual Presidente José Manuel

Santos era el Ministro de Defensa- opinaban que no había que

acordar la paz, sino que exterminar a las FARC, porque estaban

muy debilitadas. Las FARC han perdido comandantes y mucha

fuerza: de 30 mil combatientes a unos ocho mil actualmente.

Entonces, esta postura proponía terminar con ellas, pero dis-

tintos institutos de estudios internacionales determinaron que

eso tomaría 10 años y sería una carnicería. La segunda posición

también asume el debilitamiento de las FARC, pero es cons-

ciente de su capacidad de resistencia y propone hacer la paz con

condiciones mucho más gravosas que las actuales.

¿Entonces, el resultado no se explica por esa noción conser-

vadora de ver a Colombia como un “Estado fallido”?

“Estado fallido” es un término establecido por expertos en re-

laciones internacionales que refleja una mirada despectiva hacia

los países no completamente desarrollados. Colombia no es un

“Estado fallido”. Tenía una guerra interna con dos organizacio-

nes muy fuertes, pero había una cierta normalidad. Existió la

posibilidad de negociar un proceso de paz y para la gran mayoría

de las personas en Colombia, la vida funciona con tranquilidad.

¿Y qué viene ahora para Colombia?

Los acuerdos de la negociación de paz eran vinculantes para

el Presidente Santos y el Poder Ejecutivo, pero no así para el Par-

lamento ni para el Poder Judicial. Entonces, lo que está cerrado

para el Ejecutivo puede estar abierto en el Congreso. Si se consi-

gue la mayoría suficiente a través de vía legislativa, la validación

de estos acuerdos de paz aún puede ser posible.

Por lo tanto, es una etapa de negociación política intensa.

Es una etapa de vacío, burbuja o limbo político. No estamos

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Nº3 2016 / P.P.