Planificacion y evaluacion para los aprendizajes en educación infantil desde un enfoque de derechos

61 2009: 58), lo que por tanto hace un llamado a que los educadores se detengan y reparen frente a las teorías que enmarcan sus prácticas. Ello nos permite entender el currículo como el desarrollo e implementación de diferentes factores a través de prácticas pedagógicas diversas de acuerdo con múltiples realidades, lo que constituyeunmicrosistema, como señalaZabala, definidopor “unos espacios, una organización social, unas relaciones interactivas, una forma de distribuir el tiempo, un determinado uso de los recursos didácticos, etc., donde los procesos educativos se explican como elementos estrechamente integrados a dicho sistema” (2016: 15). En consecuencia, lo que sucede en el aula se puede observar mediante la interacción de todos los factores curriculares mencionados. De esta manera, “la planificación y la evaluación de los procesos educativos son una parte inseparable de la educación docente, ya que lo que sucede en las aulas, la propia intervención pedagógica, nunca se puede entender sin un análisis que contemple las intenciones, las previsiones, las expectativas y la valoración de los resultados” (Zabala 2003: 15). Si bien muchas veces están explícitos tanto los procesos de planificación previa, o los de evaluación de la intervención pedagógica, no pueden analizarse sin que se contemple dinámicamente desde un modelo de percepción de la realidaddel aula que está estrechamente vinculada a la planificación, la aplicación y la evaluación. En consecuencia, al planificar se requiere pensar de manera anticipada lo que se va a hacer y no realizar una improvisación; del mismo modo, la evaluación cobra importancia, ya que debiera de retroalimentar todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Según Quinto Borghi (2010), existen criterios para definir una buena práctica en educación inicial. En algunos casos, se trata de acciones que se han institucionalizado por su validez, es decir, que al obtener un determinado resultado se reelaboran con el fin de mantener los buenos. Este es el criterio de las costumbres. Pero, el establecer acciones recurrentes y rutinarias no asegura una buena práctica. Muchas veces las educadoras realizan acciones rutinarias “porque siempre lo han realizado así” siendo necesario re-pensarlas. Tal es el ejemplo de señales en que se les induce a los niños y niñas que ordenen, que guarden, que vayan al baño, sin reflexionar que se acercan al conductismo y se alejan de una educación más humanista y que pretende que los educandos

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