Planificacion y evaluacion para los aprendizajes en educación infantil desde un enfoque de derechos

42 en las que se implican niñas y niños revela aspectos orientadores para el desarrollo de prácticas más acordes con los derechos de la infancia. La primera cuestión remite al origen filogenético del juego como mecanismo evolutivo. Según esta argumentación el juego durante el periodo de inmadurez biológica -la infancia- representa un ejemplo paradigmático del lugar que tiene un comportamiento simultáneamente en el desarrollo ontogenético y filogenético. Así, pues, los miembros jóvenes de la especie utilizan el juego para explorar su entorno, desarrollar nuevas estrategias y conductas adaptativas en los nichos que habitan al mismo tiempo que influencian procesos evolutivos posteriores (Pellegrini et al. 2007). Ello se explica porque, en tanto primates, somos una especie con un alto grado de implicación en la educación de los más jóvenes, la que busca ayudar a la adaptación a las necesidades de la vida comunitaria (Bruner 1988). Estudios realizados con jóvenes babuinos, por ejemplo, muestran que su comportamiento está determinado por la oportunidad que se da, en el juego con sus coetáneos, de expresar y practicar componentes de conductas sencillas. Estas habilidades, argumenta Bruner, luego maduran en la edad adulta y se organizan como pautas estables de comportamiento. Dos conclusiones se extraen de estos estudios. La primera es que estas pautas pueden producirse sin la participación de adultos durante las actividades de juego. Y la segunda, que impedir la interacción social y participación en el juego con su grupo de pares genera daños severos cuando son criados en laboratorio (Bruner 1988). En segundo lugar, en el desarrollo temprano se han descrito las interconexiones entre la propiocepción y la visión expresadas en la capacidad de recién nacidos para registrar las correspondencias entre su propio cuerpo y el cuerpo de los demás, habilidad que desempeña un rol clave en el aprendizaje social y la génesis de los sentimientos de conexión con otros (Meltzoff et al. 2009). Esta “coordinación intermodal” se define como la capacidad de operar con información multimodal reconociendo equivalencias en la información entre distintas modalidades sensoriales, lo que implica que los niños pueden usar la coordinación intermodal para detectar equivalencias entre sus propias producciones conductuales (movimientos, vocalizaciones, etc.) y el comportamiento que perciben en los otros (Meltzoff y Decety 2003).

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