Planificacion y evaluacion para los aprendizajes en educación infantil desde un enfoque de derechos

28 tres meses de la gestación humana, así como los primeros meses de nuestra vida extrauterina, implican una alta demanda adaptativa y de selección de las neuronas y de sus relaciones comunicativas” (Zuluaga 2009: 114) que durante el primer año de vida. El cerebro triplica su peso como demostración de normalidad en los procesos cruciales para todo ser humano: crecimiento (aumento de la masa celular) y desarrollo (especialización celular). En el segundo año, adquiere tres cuartos de su peso total y al tercer año de vida presenta una actividad nerviosa dos veces más significativa que la de un adulto. Las investigaciones realizadas por diferentes neurocientíficos demostraron que el cerebro realiza 1,8 millones de nuevas sinapsis por segundo entre los dos meses de gestación y los dos años, y que el 83% del crecimiento dendrítico ocurre después del nacimiento (Campos 2010). Estos datos referidos al desarrollo del cerebro en la infancia asombran, y en especial entre los 0 y 3 años: “etapa de mayor plasticidad cerebral en la que se conforma y selecciona el proceso de sinapsis o conexiones entre las células nerviosas, formando una compleja red de enlaces de circuitos eléctricos; esta construcción neurológica posibilita el aprendizaje” (Flores 2013), duplicando la actividad que se tiene de adulto. Según indican las investigaciones recientes, podrían haber alrededor de 1 millón de conexiones por segundo en los recién nacidos. Pero, “a medida que se desarrolla el cerebro, las conexiones neuronales se van formando y modificando como respuesta a las experiencias positivas y negativas” (Shonkoff et al. 2012: 232). F.MustardyA. Kotliarencoentregaronvaliosa información sobre cómo aprende el(la) niño(a) y la importancia de las experiencias sensoriales durante la primera infancia. Antecedentes relativos al desarrollo cerebral señalan que este no solo depende de la carga genética que trae el(la) niño(a), sino también de las experiencias de la vida cotidiana, por lo que la interacción entre ambas permitiría un saludable desarrollo del cerebro; de este modo: “la experiencia adquirida a través de los canales sensoriales en los primeros años de vida establece la manera en que las diferentes partes del cerebro y las vías biológicas se desarrollan y funcionan, lo que influye sobre la inteligencia, el alfabetismo, el comportamiento y la salud física y mental” (Mustard 2006: 19). Los primeros años de vida son el ciclo de mayor plasticidad cerebral, donde las experiencias tempranas influyen sobre el

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