Planificacion y evaluacion para los aprendizajes en educación infantil desde un enfoque de derechos
137 Como señaló el profesor López en páginas anteriores de este libro, en el título “Explorando nuevas direcciones en la relación juego y aprendizaje: contribuciones desde las ciencias del desarrollo a una perspectiva de derechos”, hay importantes investigaciones que avalan esta necesidad en los niños y su uso en la educación de ellos. Por esta razón no profundizaremos mucho al respecto en estos párrafos. Solo recalcar que su importancia ha sido estudiada y se fundamenta desde distintos campos disciplinarios, así, desde la antropología, Huizinga, Gruppe, Cagigal, Moor, Blanchard y Cheska, señalan que el juego es un elemento antropológico fundamental en la educación, ya que potencia la identidad del grupo social, contribuye a fomentar la cohesión y la cooperación del grupo y, por tanto, favorece los sentimientos de comunidad, por lo que el juego resulta ser un mecanismo de identificación del individuo y del grupo. Desde un punto de vista sociológico, el juego transmite y desarrolla costumbres y conductas sociales, aportándoles a su proceso de enculturación primaria a los niños y niñas, y, por tanto, es una necesidad para el desarrollo y el aprendizaje en la infancia (García y Llull 2009). En tal sentido, la actividad lúdica favorece procesos de maduración psicomotriz, el desarrollo de habilidades cognitivas, el desarrollo afectivo y la socialización. De esta manera, el juego es mucho más que un entretenimiento o una estrategia didáctica de los adultos hacia los niños y niñas, pues en sí tiene un valor. Además, no es lo mismo una actividad lúdica que el juego. Resulta importante hacer la distinción entre juego y actividades lúdicas, ya que justamente lo que planifica el educador debe ser a través del juego y, por tanto, transformarse en una actividad lúdica. Sin embargo, el juego en sí mismo debe ser espontáneo por parte de los niños y niñas. Además de lo anterior, desde el punto de vista cerebral, el juego es clave en su desarrollo. Los niños y niñas que no juegan o que no están expuestos a un ambiente rico en variedad de experiencias, tienen menos posibilidades de desarrollarse, razón de ellos es que al jugar utilizan todos los sentidos en forma asociada: vista, oído, olfato, tacto y gusto; incorporando, además, el movimiento corporal. También es condición del juego que se dé en un ambiente afectivamente favorable. Ello hace de la experiencia lúdica un espacio de excelencia para desarrollar inteligencia y aprendizaje.
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