Planificacion y evaluacion para los aprendizajes en educación infantil desde un enfoque de derechos

116 expresiones faciales, y van asociando expresiones con sensaciones y poco a poco con emociones. Así para los bebés la imitación es un síntoma de empatía innata (sacan la lengua como lo hace un adulto frente a ellos, o se ríen cuando otro lo hace) y una herramienta para ampliar y elaborar esa empatía. Ésta, así como el altruismo, el arte o el lenguaje, han señalado neurocientíficos, se localizan en una cierta clase de neuronas, las llamadas “neuronas espejo”, pero evidentemente, la empatía está relacionada con el apego, surge en las íntimas interacciones cara a cara entre bebés y las personas con las que interactúa y siente su amor (Gopnik 2010). De ahí la relevancia que en el sistema educativo se acojan, se eduquen, se permitan expresar y canalizar. Sin embargo, muchas veces, y también en la educación infantil, se ha centrado en el desarrollo cognitivo, no dando relevancia a la inclusión de las emociones en el currículo. Una vez más es necesario planificar, planteando objetivos, seleccionando recursos y estrategias, así como también evaluar este aprendizaje. A menudo las emociones negativas de los niños y niñas pueden escapar de su control, especialmente porque no disponen todavía de suficientes estrategias para expresarlas, lo que evidentemente acongoja y/o preocupa a adultos familiares como a educadores. Una vezmás recordamos que entre los derechos que reconoce la Convención de los Derechos de los Niños, está el derecho a expresar su opinión y que sea tenida en cuenta. Por tanto, ignorar un llanto en un bebé o niño/a no solamente afecta a su cerebro, generando cortisol, lo cual es tóxico, sino es una forma de violencia e incumplimiento de los derechos de los niños y niñas. También lo es cuando se dice “ya no llores, la mamá llega después”, “no tengas miedo”, “no te enojes”, “no estés triste”, “no se rían tanto”. Si queremos que ellos sean empáticos, debemos serlo con ellos también con sus emociones y permitir que las expresen. La educación emocional involucra el respeto y la construcción del autoconcepto, favoreciendo poco a poco que los niños y niñas entiendan qué sienten, por qué lo sienten, qué me hace sentir así y cómo lo puedo expresar mejor. Al final del primer año de vida los bebés pueden ya “leer” el rostro de los adultos y sus expresiones emocionales, usándolas como guía, regulando su propia respuesta. Por ejemplo, la niña que está aprendiendo a andar se ha caído sin hacerse mucho daño, según vea al adulto que está con ella acudir sonriendo o angustiada, su reacción

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