La industria cinematografica chilena : desafios y realidades

■‘pequeño proyecto individual” (aún cuando asuma características de producción industriales) del verdadero “ cine de auto f’. En otras palabras, creemos en un cine de autor inmerso en una industria que sí corresponda a las necesidades culturales concretas de un pueblo también con­ creto, en este caso Chile. Si los autores cinematográficos queremos ser consecuentes con nuestra historia y con nues­ tro público, nuestro rol comunicador deberá ser alterativo y por lo tan to -en grandes rasgos nuestra estética no podrá ser otra que la que se genere a partir de las necesidades culturales profundas y dinámicas de ese público nuestro, de su entorno social, y también, en las inagota­ bles posibilidades que el diario acontecer nos brinda. Así, el cine será verdaderamente nuestro cine cuando el espectador concierne lo haga suyo. Crea en él. Pero para que eso suceda, si entendemosel fenómenos cinematográfico como una dis­ ciplina industrial, es necesario que cada país tenga una producción, permanente, sostenida y respaldada en gran medida por su propio mercado. Generar al mismo tiempo un intercambio activo hará posible un cine iberoamericano renovador, crítico y creador de nuevas perspectivas tanto para el desarrollo socio-cultural del hombre como de la propia industria En este desafío de crear un lenguaje audiovisual descolonizado, propio, alternativo a la “ transculturización” imperante en el Chile de hoy, es válido recordar el juicio de Glauber Ro­ cha: “Para el cineasta integral las imágenes no tienen necesidad de traducción...” o como él agrega, ‘‘las palabras de izquierda no salvan las imágenes de derecha” . ¿Cuáles son entonces nuestras imágenes? ¿Dónde está lo chileno en el país de la "Free co­ la” el "Jumbo -market” y los “ Burger Inn"...? Es necesario encontrar respuestas individuales y colectivas Este seminario es un buen ejemplo. Pienso que el punto mínimo de partida pasa por la búsqueda de nuestra identidad como pueblo. De recuperar nuestras raíces, de profundizar el análisis de nuestro entorno social. En este sentido, y en particular en toda obra artística, la visión superficial es sólo toiklor. A partir del principio objetivo (real) de la diversidad de géneros y estilos al interior de nuestra y de cualquier industria cinematográfica, la unidad básica radica en nuestro convenci­ miento de que ni la libertad, ni el arte (y por lo tanto el cine) pueden darse o concebirse sólo para una minoría. En ese marco general, o más bien a partir de él, cada obra es un viaje a lo desconocido, un experimento creativo en el cual, sin embargo, sólo seremos trasmisores de lo universal en la misma medida que entendamos profundamente nuestra localidad, nuestra especificidad y -como lo hemos reiterado- cuando logramos aprehender nuestra identidad Nuestra identidad es el eslabón necesario para conceptuali/ar la realidad y. como cineastas, para escoger de la multiplicidad de imágenes con que nos bombardea hoy la civilización aquellas que contengan la verdad sobresaliente para nuestro propósito particular, para nuestra obra, para nuestra historia dramática o testimonial, pues la teoría del quehacer cinematográfico no se discute ni se escribe: se filma. Finalmente y desde mi modesta perspectiva, estoy convencido que el cine en cuanto a registro, testimonio u obra artística es un reflejo de la sociedad pero, a su vez. puede in­ fluenciarla y ser motor del cambio. Y el cambio debe comenzaren nosotros mismos. Sólo daremos el gran paso, el salto del pequeño proyecto individual al cine de autor en una industria consolidada, fortaleciendo y creando cada día esa industria. Nuestro desafío es una provocación, pero una provocación a la acción. Lina provocación a expresaren cine nuestra capacidad de soñar, de vivir y de luchar.

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