La industria cinematografica chilena : desafios y realidades

Qué quiero decir con todo esto. Que hemos creado un piso enorme e importante desde el cual relacionarnos con el Estado, no ya como personas sino como un sector productivo que existe realmente. Toda nuestra independencia podrá seguir desarrollándose y producir más pe­ lículas y tener más infraestructura. Pero siempre ocurrirá que entre la primera y la segunda pe­ lícula de un realizador o de un productor pasará mucho tiempo. Nunca podremos resolver, autosuficientemente, el problema de la continuidad. Y la continuidad es la industria. Es ingenuo pensar que el desarrollo de nuestra independencia puede generar de manera autosuficiente, una industria. Incluso más. Se llega a un momento en que la persistencia en hacer películas como se han hecho hasta ahora se transforma en un hecho contraproducente. Cada película hecha a la manera como se han hecho la mayoría de las últimas, constituye un factor de discontinuidad. Porque la locura de que se hablaba ayer, que es la voluntad de hacer algo imposible, corre sólo para el autor y/o el director, pero el técnico no entiende, o no va a querer seguir entendien­ do que se le pague con neumáticos o con roperos. Es la cuestión del pago simbólico que los tiene curcos a todos. Por otra parte, cada película que no llega a una sala, es una frustración in­ necesaria. Por eso digo que toda esta independencia significa hoy una mayor presión natural por industrializar la producción y significa que cambian los términos de la relación con el Estado. Ahora podemos relacionamos con él desde la existencia de un sector productivo real. Lo cual es un buen pie, porque necesitamos al Estado. Si ya tenemos una capacidad profesional probada, si ya tenemos una gran infraestructura de producción, si incluso están los ejemplos de que a las películas chilenas les va bien en las salas, lo que falta es un acceso estable y asegurado al MER­ CADO. Para eso necesitamos al Estado, para que regule el acceso al mercado, sin perjuicio de los distribuidores y exhibidores chilenos. Esto se llama "obligatoriedad de pantalla''. Esta medida, junto a muchas otras medidas de apoyo, fomento y protección al cine nacional, están claramen­ te propuestas en un texto de trabajo realizado por una comisión dirigida por Sergio Trabucco. con el espíritu de formular un texto final único de una ley que represente los interes de dis­ tribuidores, exhibidores y productores. EL PAPEL DEL ESTADO CARLOS FLORES E.: Director de Cine No podemos introducirnos en el tema de la Industria Cinematográfica Chilena si no admitimos primeramente que ella no existe hoy día en nuestro país y que, por lo tanto, todos los análisis v diálogos que se realicen en el presente serán sólo teorizaciones tangenciales y de buena inten­ ción, pero que, sin embargo, esperamos sirvan como base para un futuro y más solido PROYEC­ TO INDUSTRIAL. La llamada Industria Cinematográfica Chilena, hoy es cosa del pasado. Aunque mediana, existió sin duda en nuestro país con sus defectos y limitaciones, con períodos que para nuestras posibilidades y medios fueron a veces relevantes por la cantidad de largometrajes realizados y períodos a veces insuficientes en cantidad y calidad, y por ello, no podríamos desconocer un movimiento concreto de realizaciones que se iniciaban y finalizaban y proyectos que se propo­ nían, pero se diluían muchas veces sin alcanzar la pantalla y el público. Esto representaba un movimiento cinematográfico inquieto y vibrante. Se dice que nuestro país conoció la proyección de películas chilenas en el año 1902, y des­ de entonces se han sumado títulos y nombres a la historia de nuestra producción nacional. Hay que recordar a pioneros como Arturo Larraín, Alfredo Ansaldo, Natalio Pelerano, Salva

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