Antología de Andrés Bello
noticial, Martinez de la Rosa ha sido el primer0 que ha juzga- do a la Arancann con discernimiento; mas, aunque en lo gene- ral ha hecho justicia a las prendas sobresaiientes que la reco- miendan, nos parece que la rigidez de siis principios literarios ha extraviado a!guna vez sus fallos 2. En lo que dice de lo mal elegido del asunto, nos atrevemos a disentir de su opinion. NO estamos dispuestss a adinitir que una empresa, para que sea digna del canto Cpico, deba ser grande, en el senti60 que dan a esta palabra 10s criticos de la escuela clasica; porque no cree- mos que el inter& con que se lee la epopeya, se mida por la extension de leguas cuadradas que ocupa la escena, y por el numero de jefes y naciones que figuran en la comparsa. Toda accion que sea capaz de excitar emociones vivas, y de mantener agradablemente suspensa la atenckh, es digna de la epopeya, 0, para que no disputemos sobre palabras, pued.e ser el sujeto de una narraci6n poCtica interesante. iEs mas grande, por ven- iura, el de la Odisea que el que eligi6 Ercilla; y no es la Odisea un excelente pcema epico? El asunto mismo de la Iliada, des- nudo del esplendor con que sup0 vestirlo el ingenio de Homero, ;a quC se reduce en realidad? iQuC hay tan importante y gran- dioso en la empresa de un reyezuelo de Itlicenas, que, acaudi- ilando otros reyezuelos de la Grecia, tiene sitiada diez alios la pequeiia ciudad de Ilion, cabecera de un pequeiio distrito, cuya oscurisima corografia ha dado y da materia a tantos estCriles debates entre 10s eruditos? Lo que hav de grande, esplCndido y magnifico en la Iliada, es todo de Homero. Bajo otro punto d.e vista, pudiera aparecer mal elegido este asunto. Ercilla, escribiendo 10s hechos en que 61 mismo inter- vino, 10s hechos de sus compafieros de armas, hechos conocidos de tantos, contrajo la obligacion de sujetarse algo servilmente a la verdad historica. Sus contemporaneos no le hubieran per- donado que introdujese en ellos la vistosa fantasmagoria con que el Tasso adorno 10s tiempos de la primera cruzada, y Val- buena, la leyenda fabulosa de Bemardo del Garpio. Este atavio de maravillas, que no repugnaba a1 gusto del siglo XVI, reque- ria, aun entonces, para emplearse oportunamente y hacer su efecto, un asunto en que el transcurso de 10s siglos hubiese derramado aquella oscuridad misteriosa que predispone a la imaginacion a recibir con docilidad 10s prodigios: Datur hec 1 Despues de escrito este articulo, hemos visto el de la Biographie Univer- selle, V. Ercilla. Su autor M. Bocous nos ha parecido inteligente y justo apre- ciador de La Araucana. 2 En el prologo de sus Poesias, publicadas en el afio 1836, hace ya profesi6n de una fe literaria m6s laxa y tolerante que la de su Arte poetica. 90
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=