Antología de Andrés Bello
13 krdrica espaiiola de nuestros dias), preciso es que hayan coexistido calxas que contrarrestasen aquella perniciosa influen- cia. <Hay en las razas una coqdexion peculiar, una idiosincra- sia, For decirlo asi, indestructible? Y ya que la raza espaiiola se ha mezclado con otras razas en America, jno seria posiblc expiicar hasta cierto punto por la diversidad de la mezcla las diversid2des que presenta el caractel- de 10s hombres y de la revolucion en las varias provincias americanas? He aqui un pro- blema que mereceria resolverse analiticamente, p en que no nos es posib!e detenernos, porque carecemos de 10s datos necesa- rios, y porque ya hemos excedido 10s limites que nos habiamos prefijado a1 principio. Por la misma raz6n nos vemos en la necesidad de pasar por alto varios capitulos interesantes de la Memoria en que se nos ofrecen dudas y dificultades para aceptar en todas sus par- tes las ideas de su ilustrado y filosbfico autor. Per0 no podemos abstenernos de contemplar un momento con 61, en SLI capitulo 8", el especthculo de la revoluci6n chilena. El seiior Lastarria percibi6 bastante, auncue algunas veces parece olvidarlo, el doble caracter, poco ha indicado, de la rev@ luci6n hispanoarnericana. Para la ernancipaci6n politica estaban mucho mejor preparados 10s americanos, que para la libertaci del hogar domkstico. Se efectuaban dos movimientos a un tiem- PO: el uno esponthneo, el otro imitativo y ex6tico; embarazh- dose a menudo el uno a1 otro, en vez de auxiliarse. E! principio extraiio producia progresos; el elemento natiro dictaduras. Na- die am6 mas sinceramente la iibertad que el general Bolivar; per0 la naturaleza de las cosas le avasall6, como a todos; para la libertad era necesaria la independencia, y el campe6n de la independencia fue y deb% ser un dictador. De q u i las contra- dicciones aparentes y necesarias de sus actos. Bolivar triunf6, las dictaduras triunfaron de Espaiia; 10s gobiernos y 10s con- gresos hacen todavia la guerra a las costumbres de 10s hijos de Espafia, a 10s hhbitos formados bajo el influjo de las leyes de Espaiia: guerra de vicisitudes en que se gana y se pierde terreno, guerra sorda, en que el enemigo cuenta con auxiliares poderosos entre nosotros mismos. Arranc6se el cetro a1 monar- ca, per0 no a1 espiritu espafiol: nuestros congresos obedecen sin sentirlo a inspiraciones goticas; la Espafia se ha encastillado en nuestro foro; las ordenanzas administrativas de 10s Carlos y Fe- lipes son leyes patrias; hasta nuestros guerreros, adheridos a un fuero especial que est5 en pugna con el principio de la igual- dad ante la ley, piedra angular de 10s gobiernos libres, revelan el domini0 de las ideas de esa misma Espafia, cuyas banderas hollaron. "Cay6, dice el seiior Lastarria, cay6 el despotismo de 10s reyes, y quedo en pie y con todo su vigor el despotismo 87
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