Antología de Andrés Bello

ricanas de 10s espaiioles no son una excepcibn, sino una confir- rnaci6n de las reglas generales a que estan sujetos 10s fenSrne- nos 8.e esta clase, Sentimos tarnbien mucha repugnancia para convenir en que el pueblo de Chile (y lo mismo decimos de 10s otros pueblos hispanoarnericanos) se hallase tan profundarnente envilecfdo, reducilo a una tan completa anonadacion, tan destituido de to& virtud social, como supone el sefior Lastarria. La revoluci6n hispanoamericana contradice sus asertos. Jamas un pueblo pro- fundamente envilecido, completamente anonadado, desnudo de todo sentimiento virtuoso, ha sido capaz de ejecuiar 10s grandes hechos que ilustraron las campaiias de 10s patriotas, 10s zctos heroicos de abnegation, 10s sacrificios de tndo gCnero con quz Chile y otras secciones americanas conquistaron su emancipa- cion politica. Y el que observe con ojos filosoficos la historia de iiuestra lucha con la metropoli, reconocerA sin diiicultad que lo que nos ha hecho prevalecer en ella es cabalmente el elemen- to iberico. La nativa constancia espaiiola se ha estrellado con- tra si misma en la ingCnita constancia de 10s hijos de Espafia. El :nstinto de patria revel6 su existencia a 10s pechos america- nos, y reprodujo 10s prodigios de Numancia y de Zaragoza. Los capitanes y las legiones veteranas de la Iberia trasatlantica fue- ron vencidos y humillados por 10s caudillos y 10s ejkrcitcs im- provisados de otra Iberia joven, que, abjurando el nombre, con- sermba el aliento indomabie de ia antigua en la defensa de sus hcgares. Nos parece, pues, inexact0 que el sistema espaiiol sofo- case en su germen las inspiraclones del honor y de la patria, de la emulaci6n y de todos 10s sentimientos genercsos de que nacen 3as virtudes civicas. No existian elementos republicanos: la Espaiia no habia podido crearlos; sus leyes daban sin duda a 12s almas una direcci6n enteramente coiltraria. Pero en el fon- do de esas almas habia semillas de magnanimidad, de herois- mo, de altiva y genercsa independencia; y si las costumbres eran senci!las y modestas en Chile, algo mas habia en esas cualida- des que la est6pida insensatez de la esciavitud. Tan cierto es eso que aun el misno seiior Lastarria ha creido necesario res- tringir sus calificaciones, refiriendolas, a lo menos, a la apa- riencia exterior y ostensible. Per0 limitadas asi, pierden casi to- da su fuerza. Un sistema que so10 ha degradado y envilecido en la apariencia, no ha degradado y envilecido en realidad. Hablanios de 10s hechos como son en si, y no pretendemos investigar las causas. Que el despotism0 envilece y desmoraliza es para nosotros un dogma; y si 61 no ha bastado ni en Europa ni en America para bastardear la raza, para aflojar en tres si- glos el resorte de los sentimientos generosos (porque sin ellos no podrian explicarse 10s fenomenos morales de la Espafia y de

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