Antología de Andrés Bello
zas, sino con el mismo miramiento a la humanidad, con el mis- mo respeto a1 derecho de gentes, que 10s estados poderosos han manifestado siempre en sus relaciones con 10s dCbiles, y de que aun en nuestros dias de moralidad y civilizacidn hemos visto demasiados ejemplos. Si comparamos las ideas pr5cticas de justicia internacional de 10s tiempos modernos con las de la Edad Media y las de 10s pueblos antiguos, hallaremos mucha semejanza en el fondo bajo diferencias no muy grandes en 10s medios y las formas. “Suje- tar 10s estados a sanciones morales, dice un escritor inglCs de nuestros dias, es como querer encadenar gigantes con telaraiias. A1 temor de un castigo en la vida venidera, la m5s poderosa traba del hombre en sus actos individuales, son insensibles las naciones. La experiencia, por otra parte, no nos autoriza para creer que sobre 10s crimenes nacionales recaiga siempre ni or- dinariamente la merecida pena. Las principales potencias de la Europa continental, la Francia, la Rusia, el Austria y la Prusia, han pasado de pequeiios estados a grandes y florecientes mo- narquias por siglos de ambicibn, injusticia, violencia y fraude. Los delitos a que deb% la Inglaterra su Gales, la Francia su Alsacia y Franco Condado, y la Prusia su Silesia, fueron recom- pensados por un incremento considerable de riqueza, seguridad y poder. En las naciones, ademgs, no obran las ideas de honor en el sentido en que se aplica esta palabra a 10s individuos. Nunca ha sido m5s pCrfida, m5s rapaz, m5s cruel la politica de la Francia que durante el reinado de Luis XIV. Cualquiera de 10s actos que ejecutd aquella potencia con las otras por es- pacio de medio siglo, ejecutado por un particular, le hubiera hecho inadmisible en la sociedad de sus iguales. i Y cu5ndo fue mas admirada y acatada la Francia? iCuando fueron 10s fran- ceses mejor acogidos en todas las cortes y en todas las reunio- nes privadas? Las que se llaman injurias a1 honor de una na- cidn, son ofensas a su vanidad; y las cualidades de que se enva- necen y se glorian m5s 10s estados, son la fuerza y la audacia. Saben bien que mientras Sean audaces y fuertes, pueden inju- riar impunemente, sin temor de que se les injurie” (*). Asi en las grandes masas de hombres que llamamos nacio- nes el estado salvaje de fuerza brutal no ha cesado. Tribfitase un homenaje aparente a la justicia, recurriendo a 10s lugares comunes de seguridad, dignidad, protecci6n de intereses nacio- nales, y otros igualmente vagos; premisas de que con mediana presteza se pueden sacar todas las consecuencias imaginables. Los horrores de la guerra se han mitigado en parte, per0 no porque se respete m5s la humanidad, sino porque se calculan (’) Edimburg Review, NO 156, Articulo lo. 6.-A. Bello 81
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