Antología de Andrés Bello
ticulos de gaceta, efusiones apasionadas de bandos politicos, product0 de las primeras impresiones, y sobre documentos ofi- ciales, aridos, y de veracidad frecuentemente sospechosa. Vati- cinare de ossibus istis, dice entonces la historia a1 escritor que solo tiene delante 10s esqueletos de 10s sucesos; y el escritor, si qniere darnos una pintura, y no una relacion descarnada, ten- dra que comprometer la verdad, sacando de su irnaginacibn, o de falibles conjeturas, io que ya no le prestan sus desustancia- dos matenales. Pero volvamos a la memoria del sefior Lastarria, y averigue- mcs con 61 la influencia de las armas y leyes espaiiolas en Chile. El capitulo 1 9 en que trata de la conquista, y de la prolongada contienda entre 10s colonos chilenos y 10s indomitos hijos de Arauco, est&escrito con la energia rjpida que la materia exige. Dificil era dar en rasgos geperales una idea m8s completa de quellas hostilidades rencorosas que, legadas por padres a hijos de generation en generation, a h ahora dormitan bajo ]as apa- riencias de una paz que es en realidad una tregua. Exceptuando al&una frase que pertenece m&s bien a la exaltaci6n oratoria que a la templanza historica, no vemos que haya much0 fun- damento para calificar de intempestiva y apasionada la exposi- cion que en este capitulo se nos hace de la crueldad de 10s conquistadores. Es un deber de la historia contar 10s hechos C O ~ O fueron, y no debemos paliarlos, porque no parezcan hon. rosos a la memoria de 10s fundadores de Chile. La injusticia, la atrocidad, la perfidia en la guerra, no han sido de 10s espa- fioles solos, sino dc todas las razas, de todos 10s siglos; y si aun entre naciones cristianas afines, y en tiempo de civilization cullura ha tomado y toma todavia la guerra este caracter dz salvaje y desalmada crueldad, que destruye y se ensangrienta por el solo placer de destruir y de verter sangre, iqu6 tienen de extrafio las carniceras batallas y las duras consecuencias de la victoria entre pueblos en que las costumbres, la religion, el idioma, la fisonomia, el color, todo era diverso, todo repugnan- t e 3’ hostil? Los vasallos de Isabel, de Carlos I y de Felipe 11, eran la primera naci6n de !a Europa; su espiritu caballeresco, el esplendor de su corte, su magnifica y pundonorosa nobleza, la pericia de sus capitanes, la habilidad de sus embajadores 3’ ministros, el denuedo de sus soldados, sus osadas empresas, sus inmensos descubrimientcs y conquistas, 10s hicieron el blanco de la detraccih, porque eran un objeto de envidia. Las memorias de aquel siglo nos presentan por todas partes escenas horribles. Los espaiioles abusaron de su poder, oprimie- ron, ultrajaron la humanidad; no con impudencia, como dice el sefior Lastarria, porque no era precis0 ser impudente para hacer lo que todos hacian sin otra medida que la de sus fuer- 80
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=