Antología de Andrés Bello
la paz, a cuya vista el mundo llena alma, serenidad y regocijo; vuelve alentado el hombre a la faena, alza el ancla la nave, a las amigas auras encornendandose animosa, enjambrase el taller, hierve el cortijo, y no basta la hoz a las espigas. i Oh j6venes naciones, que ceiiida alzais sobre el at6nito accidente de tempranos laurales la cabeza! honrad el campo, honrad la simple vida del labrador, y su frugal llaneza. Asi tendran en vos perpetuamente la libertad morada, y freno la ambicih, y la ley templo. Las gentes a la senda de la inmortalidad, ardua y fragosa, se animarhn, citando vuestro ejemplo. Lo emulara celosa vuestra posteridad; y nuevos nombres aiiadiendo la fama a 10s que ahora aclama “hijos son Cstos, hijos, (pregonara a 10s hombres) de 10s que vencedores superaron de 10s que en Boyad, 10s que en la arena de 10s Andes la cima; de Maipo, y en Junin, y en la campaiia gloriosa de Apurima, postrar supieron a1 le6n de Espafia”. - 217
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