Antología de Andrés Bello

niks que darnos un catalog0 de materias, indicando la necesi- dad de sujetarlas a reglas precisas. Reglas forzosamente han de fijarse; el objeto del congreso no puede ser otro. Per0 ipor quC, minuciosas y pueriles? Las potencias de Europa han sujetado a ciertos reglamentos la navegacion de sus grandes rios: {son minuciosaniente pueriles Ias disposiciones que ellos contienen, ldirigidas a proteger la navegaci6n y el comercio de todas y a poner irabas a la arbitrariedad de cada una, en cuanto pueda inferir perjuicio a las demas? Pero el desdkn del articulista a las materias enunciadas por el ministro como a cows de arreglo clomkstico, se cambia re- pentinamate en terror, porque le parecen palpitantes de dis- cordia. y a prop6sito para causar espantosas convulsiones en un suelo que por todas partes se siente bullir bajo 10s pies. No ha.J congruencia entre estos dos cargos. El sefior articulista re- conoce aqui claramente que las que poco ha rniraba como cosas domLsticas, son cuestiones trascendentales, de aquellas que na- cen ciel contacto del mundo, de aquellas en que se producen funestas explosiones por causa de ese mismo contacto. Y en eso tiene razon; pero no en la consecuencia que deduce de este prin- ciwio. Por la misma delicadem de esas cuestiones, por la natural su’iceotibilidad de 10s estados en esos puntos, es conveniente trabajPr en precaver las colisioiies y las explosiones por medio de reglas generales preconstituidas; reglas acordadas cuando las cosas pieden contemplarse a sangre fria, sin las circunstancias irritantes que acompafian siempre a las ocurrencias actuaies. t Lo que hace un congreso de plenipotenciarios es lo mismo que lo que hacen diez o docc hombres que tienen complicados ne- goc:os e n que sus intereses se cruzan: celebran un contrato en ciue prcvCn, en cuanto alcanza la prudencia, las ocasiones de disvuta, 10s conflictos de pretcndidos derechos; y anticipadarnm te Eijan reglas para diriniirlos del modo que les parece m8s equ;iitivo. Esto que el sentido comun dicta a 10s individuos, el m‘smo senrido comun lo prescribe a 10s estados; porque es seguro que, si se deja ese arreplo para cuando 10s socios han principiado a contender y altercar sobre un objeto dado, y cuan- c b sublevadas las pasiones, estan menos dispuestos a escuchar 10s consejos de la razon y de la justicia, sera infinitamente mas dificil una avenencia amigable. El corresnonsal de “El Progreso” se ha contraido a1 punto dei refugio y asilo, y no Cree digno de un congreso americano “ocuparse de una prhctica, de un derecho, si se quiere, que no ha sido hasta ahora otorgado por costumbre de todos 10s pue- blos civilizados, sino por medio de convenciones particulares segun la fraternidad de relaciones que reinan entre 10s contra-

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