Antología de Andrés Bello

y de todos 10s que viajan por esta vida mortal. AcuCrdate a h del malvado que a Dios blasfemando irrita. La oracion es infinita: nada agota SLI caudal. IV iHija!, reza tambiCn por 10s que cubre la soporosa piedra de la tumba, profunda sima adonde se derrumba la turba de 10s hombres mil a mil: abismo en que se mezcla polvo a polvo, y pueblo a pueblo; cual se ve a la hoja de que a1 aiioso bosque abril despoja, mezclar las suyas otro y otro abril. Arrodilla, arrodillate en la tierra donde segada en flor yace mi Lola, coronada de angClica aureola; do helado duerme cuanto fue mortal: donde cautivas almas piden preces que las restauren a su ser primero, y purguen las reliquias del grosero vaso, que las contuvo, terrenal. iHija!, cuando th duermes, te sonries, y cien apariciones peregrinas sacuden retozando tus cortinas: travieso enjambre, alegre, volador. Y otra vez a la luz abres 10s ojos, a1 mismo tiempo que la aurora hermosa abre tambiCn sus parpados de rosa, y da a la tierra el deseado albor. iPero esas pobres almas! ... jsi supieras qu6 suerio duermen!. . . su almohada es frfa; duro su lecho; angClica armonia no regocija nunca su prision. No es reposo el sopor que las abruma; para su noche no hay albor temprano; y la conciencia, velador gusano, les roe inexorable el corazbn. 207

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