Antología de Andrés Bello

el hierro atroz; adn nq degenerado buscaba el hombre baJ0 oscuros techos el albergue, que grutas y florestas saludable le daban y seguro, sin que seiior la tierra conociese, 10s campos valla, nl 10s pueblos muro. La libertad sin leyes florecia, todo era paz, contento y alegria; cuando de dichas tantas envidiosa Huitaca bella, de las aguas diosa, hinchando el Bogotd, sumerge el valle. De la gente infeliz Parte pequefia asilo ha116 en 10s montes; el abismo voraz sepulta el resto. T6 cantards como indigno el funesto estrago de su casi extinta raza a Nenqueteba, hijo del Sol; que rompe con su cetm divino la enriscada montaiia, y a las ondas abre calle; el BogotB, que inmenso lago un dia de cumbre a cumbre d?lato su imperio, de las ya estrechas margenes, que asalta con vana furia, la prisi6n desdefia, v por brecha hirviendo se despesa. T6 cantaras como a las nuevas gentes Nenqueteba piadoso ley% y artes y culto dio; despuCs que a la maligna ninfa mud6 en lumbrera de la noche, y de la luna por la vez primera surc6 el Olimpo el argentado coche. Ve, p u s , ve a celebrar Ias maravillas del ecuador; canta el vistoso cielo que de 10s astros todos 10s hermosos coros alegran; donde a un tiempo el vast@ Drag6n del norte su dorada espira desvuelve en torno a1 h n i n a r inmdvil que el rumbo a1 mariner0 audaz seiiala, y la paloma cindida de Arauco en las australes ondas moja el ala. Si tus colores 10s m8s ricos mueles y tomas el mejor de tus pinceles, podrds 10s climas retratar, que enter0 el vigor guardan genital primer0 con que la voz omnipotente, oida del hondo caos, hinchib la tierra, apenas 194

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