Antología de Andrés Bello

transition de un estado a otro contrario. Cuando vemos a1 em- perador victorioso que marcha en toda la pompa de la majestad y la conquista, es necesario que pensemos en algun inesperado desastre, para que pasemos a moralizar sobre lo van0 v tran- sitorio de 10s triunfos y glorias terrenas. Si cuando vemos salud y juventyd, hermosura y alegria en el semblante de una perso- na, nos dolemos de la breve y precaria duraci6n de esos bie- nes, es Cor que primero se han excitado en el alina las ideas de la vejez y de 10s accidentes desgraciados a que esti conti- nuaniente expuesta la vida del hombre”. Per0 estos contrastes y reflexiones morales no ocurren a1 entendimiento, sin0 porque la historia y nuestra propia expe- riencia nos 10s han hecho observar a menudo en la vida. iPor qu6, cuando veo la procesi6n triunfal de un emperador, me ocu- rre la idea de una revoluci6n que puede precipitarle del trono y quiza a1;rastrarle al cadalso? El triunfador me recuerda otros personajes que, halagados de la misma suerte por la fortuna, 71an terminado su carrera en el destierro, en las cadenas o en e l patibulo. Un principe victorioso recuerda otros principes vic- toriosos; y en la idea compleja de algunos de &os, cuya imagen se nos presenta mAs naturalinente por la celebridad que les han dado sus mismos infortunios, la victoria, el poder y la pompa aparecen a1 lado de la destronaci6n y de una muerte desastrada. Mucha parte de la energia de aquella perpetua propensi6n a la esperanza, que ni las magores adversidades ni la prolonga- cion misma dc la miseria pueden subyugar o sofocar del todo, se debe, .segun el mismo fil6sofo, a la sugesti6n de contraste, aue presenta continuamente a la imaginacion, ya la idea de di- chas pasadas, ya la perspectiva de un estado venturoso, que tal vez nos aguarda en lo porvenir. Si la primera agrava el dolor de la pkrdida, la segunda resucita y alimenta la esperanza. Y no desdice de la bondad de aquel Ser Todopoderoso, cuya provi- dencia adapt6 las maravillosas facultades del hombre a las va- rias situaciones de la vida; el haberle hecho capaz de concebir esperanza, donde m6s necesitaba de ella, preparandole este ma- nantial interno de consuelo en el exceso mismo de la infelicidad. Las penosas remkiscencias de lo pasado y 10s saludables llama- rnientos de la conciencia, emanan, en gran parte, de la sugesti6n de contraste, que en el entendimiento de la angustia presente, lleva a pensar en la duke paz y serenidad perdidas, y que, si bien no puede restaurar la inocencia, puede a Io menos, por me- dio de las imzipenes que nos pone a la vista, ablandar el coraz6n a1 arrepentimiento, que es casi la inocencia bajo otra forma. Hay un pasaje en el panegirico de Plinio que expresa con bastante energia la acci6n del principio sugestivo de contraste sobre la conciencia delincuente. Merenti gratias agere, facile est; non enim periculum est, ne cum loquarde humanitate, expro-

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