Antología de Andrés Bello

el ejercicio del poder; no ha menester sentidos, no necesita de. un aparato organico. La inteligencia que coordino las almas a lor organos y 10s 6 r pnos a 10s objetos. Percibe intuitivamente 12s a!mas, 10s 6 r pnos y Ics objetos. Percibe intuitivamente las s u s t x ~ i a s y las Pormas de 10s espiritus y de la materia. Todas 10s modificaciones de las almas, sus m8s intinos 37 fugitives pensnmientos, estan presentes a la intuici6n divina. Inteligencia Suprema, no 5610 es el principio del orclcn, sino el tipo de la perfeccion del orden; y supuesto que la justicia, la veracidad, la beneficencia, constituyen la esencia misma del orden moral, cr,yas leyes ha estampado el Creador en la con- ciencia y el corazon del hombre, es precis0 que el Principio del orden sca absclutamente justo, reraz y benkfico. Contemplando las emanaciones de la fuente Suprema del ser, reconocemos desde lucgo que el Ente Supremo se complace en derramar la vida y la felicidad. Derrama profundamente la vida en el aire, en la tierra, en las aguas; pero, por incalculable que sea el niimero de vivientes que por todas partes se ofrece a !a vista, iqu6 es eso compa- rad0 con 10s millones de millones que pueblan el rnundo mi- croscopico? Y aun eso es nada. La misma profusion de vida existe sin duda en todos 10s planetas que forman el mundo de que nuestro sol es el centro; y en todos 10s mundos del estu- pendo niimero de soles que pueblan el espacio. La providencia benkfica con que atiende a1 bienestar y feli- cidad de tantos vivientes, se muestra desde luego en la corre- lacion de las necesidades de la vida con 10s medios que ha dado a todos para satisfacerlas. Y no ha unido el placer y la felicidad animal a esta satisfaccion solo, sino a1 deseo, como principio de actividad, que para 10s vivientes es por si mismo un placer y a la esperanza, que es la anticipation, el perfume, por decirlo asi, de la felicidadl. ~ 1 “El aire, la tierra y el agua”, dicc Paley, “hienen en deliciosas existencias. En un medio dia de primavera, o en una tarde de estio, donde quiero que 1-uelvo 10s ojos, miles de miles de criaturas felices se agolpan a la vista. Los j6venes insectos revuelan: bandadas de reciCn nacidas moscas ensayan sus alitas a1 aire; sus juegos, sus variadas evoluciones, su actividad gratuita, aquel con- tinuo mudar de lugar, sin mis objeto que moverse. nos testifican el gozo que bulle en sus diminutives cuerpecillos, el placer que ha!lan en el ejercicio de las facultades que ccmicnzan a sentir en si mismas. Una abeja que va y viene de aca para alli libando las flores, es uno de 10s m6s placenteros objetos en que puede fijarse la vista. Su vida es un goce continuo: iqU6 afanada y qut cnn- tenta! Y la abcja no es m6s que una muestra con que estamos familiarizados poi- las utilidades que sacamos de ella. Cualquicra de 10s insectos alados nos presentaria probshlemente un especticulo parecido, si nos detuvitsemos a ob- servarlo. Veriamos en cada especie instintos, lahores v oficios especiales; y ha- llariamos que a cada instinto, a cada labor, a cada oficio, est& asociado el placer, ?a como h i , ya como medio. Las plantas est6n cubiertas de ;.fides, aue las chupan e! jugo, v que, s e p h parece, no hacen otra cosa en toda su vida. C!ras es7ecies estan‘en perpetuo movimiento, con todas las seriales del mi$ 143

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