Antología de Andrés Bello

cantos de estos mismos troveres, ora con el objeto de formar un establecimiento para si y sus mesnaderos? En la comitiva de ~ 1 1 sefior no faltaba jamas un juglar, cuyo oficio era diver- tirle cantando canciones de gesta, y lo que llamaban 10s fran- ceses fabliaux, que eran cuentos jocosos en verso, o 10s que Ila- maban lais, que eran cuentos amorosos y caballerescos en estilo serio, y de 10s cuales se conservan todavia algunos de gran m6- De aqui vino el nombre de juglar, que se dio despub a 10s bufones de 10s principes y grandes seiiores. En la edad de que hablamos se decian en espafiol joglares, en franc& jongleors Y menestrels, en inglks minstrels, y en la baja latinidad jocula- tores y ministrelii, aquellos musicos ambulantes de feria en fe- ria y de castillo en castillo, y de romeria en romeria, cantando aventuras de guerra y de amores a1 son de la rota y de la vi- huela. Sus cantinelas eran el principal pasatiempo del pueblo, y suplian la falta de espectaculos, de que entonces no se cono- cian otros que 10s torneos y justas, y 10s misterios o autos que se representaban de cuando en cuando en las iglesias. Eran prin- cipalmente cClebres las de 10s franceses, y se tradujeron a todas las lenguas de Europa. Roldan, Reinaldo, Galvano, Oliveros, Gui- do de Borgoiia, Fierabras, Tristan, la reina Jinebra, la bella Iseo, el marquCs de Mantua, Partinoples, y otros muchos de 10s per- sonajes que figuran en 10s romances viejos y libros de caballe- rias castellanos, habian dado ya asunto a las composiciones de 10s troveres. Tomandose de ellas las materias, no era mucho que se imitasen tambiCn las formas mCtricas, sobre todo la ri- ma asonante, que en Francia, por 10s siglos XI1 y XIII, estaba casi enteramente apropiada a 10s poemas caballerescos. Arriba citC la cantinela de Clotario 11. Dabbase este nombre en l a t h a lo que llamaban en franc& chanson de geste, y en castellano cantar, que era una narrativa versificada. DBbase el mismo nombre a cada una de las grandes secciones de un largo poema, que se Ilamaron despuCs cantos (*). Parece por la can- ,tinela o gesta de Clotario, que ya por el tiempo en que se com- pus0 se acostumbraba emplear en tales obras la rima continua- da; y era natural que se prefiriese para ello la asonancia, que es la que se presta mejor a semejante estructura, por la supe. rior facilidad que ofrece a1 poeta. Si naci6 el asonante en 10s dialectos del pueblo, o si se ie oy6 por la primera vez en el l a t h de !os claustros, no es fki! decidirlo; per0 me inclino a lo pri- mero. Los versificadores monasticos me parecen no haber hecho otra cosa que ingerir las formas ritmicas con que se deleitaban 10s oidos vulgares, en las medidas y cadencias de la versifica- ci6n clasica. (*) En este sentido le hallamos usado por el autor del Cid “Las coplas deste Cantar aqui se van acabando”. 119

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