Antología de Andrés Bello

dicho que la regularidad de la tragedia y comedia francesa pa- rece ya a muchos monotona y fastidiosa, decidimos despuks que el gran Corneille se elevo con su Cid a lo m5s bello que en estz gCnero nos ha dcjado la antigiiedad clksica, y que la celebridad de esta inmortal produccidn se extendi6 por toda la Europa. En esto no hay contradiccion ninguna, y si la hay, es de 10s franceses y de la Europa, no nuestra. Que el Cid es una hermo- sisima tragedia, es cosa en que todos convienen, si no es algiin critico exagerado de la escuela romhtica, porque la exageracidn y el fanatismo se encuentran en todas las sectas. Que el Cid obtuvo una celebridad prodigiosa, es un hecho; y que en Paris est5 actualmente desierto el teatro franc& y todos corren con preferencia a 10s dramas de Scribe y compafiia, es otro hecho de que podemos ser fiadores respetables. Si 10s hechos se con- tradicen, no es culpa nuestra. Como de &os, hay que parecen repugnantes entre si, y de que sin embargo no podemos dudar. Per0 iquikn ignora que el gusto varia de un tiempo a otro, aun sin salir de lo razonable y legitimo, y que en el teatro, m5s que en ninguna otra cosa, es necesaria la variedad para cauti- var la atencidn? “ iNo nos dir5 usted” (prosigue) “por quC razbn, despre- ciando las lecciones de aquel gran maestro” (Corneille), “con- signadas en el comentario que hizo 61 mismo de sus obras, se ha reconocido en Paris la necesidad de variar 10s procederes del arte dramktico?”. No sabemos por quC se nos ha de obligar a dar cuenta de las inconsecuencias ajenas, como si tuvi6sernos en ellas otra parte que referirlas. El hecho es cierto, y eso bas- ta. Si nuestro censor desea saber la causa, preguntesela al pu- blico de Paris, que sin duda celebrar5 como es debido la noticia del comentario que Corneille hizo de sus obras, y de que nadie sospechaba la existencia hasta ahora. “Para est0 trabajaron” (dice) “10s cl&sicos de la antigiiedad y sus infatigables p-edecesores: para pintar 10s diferentes afec- tos del corazdn humano”. Estos infatigables predecesores de 10s clrisicos de la antigiiedad scrim sin duda algunos dramhticos asirios, caldeos, fenicios o egipcios de que no tenemos noticia. Otra contradiccion nuestra es que, habiendo dicho que el cardenal Richelieu azuzaba a 10s Cmulos de Corneille, y excita- ba a Ia Academia a componer la censura del Cid, decinios a ren- g1on seguido que protegid las letras con munificencia y contri- buyo a la formaci6n del teatro franc&. Aqui trabucan de todo punto las entendederas del articulista. Que te entienda quien te hizo, esclama, despu6s de devanarse 10s sesos inutilmente por descifrar este enigma. iSe ha visto jam& un modo de criticar semejante? iPor qu6 principio de justicia o qu6 regla de 16gic3 han de ser contradicciones nuestras las del cardenal Richelieu3 109

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