Antología de Andrés Bello

inutiles o tal vez perniciosas. A este numero pertenccen las tres unidades, y principalmente las de lugar y tiempo. Sobre Cstas, rueda la cuestidn entre unos y otros; y a Cstas alude, o por me- jor decir, se contrae Clara y expresamente la Revista de nuestro n6mero 145, que ha causado tanto escjndalo a un corresponsal del Correo. so10 el que sea completamentc extranjero a ]as dis- cusiones literarias del dia puede atribuirnos una idea tan ab- surda como la de querer dar por tierra con todas las reglas, sin exception, como si la poesia no fuese un arte, y pudiest: haber arte sin ellas. Si hubiCramos dicho en aquel articulo que estas reglas son puramente convencionales, trabas que embarazan inutilmente a1 poeta y le privan de una infinidad de recursos, que 10s Corneilles y Racines no han obtenido con el auxilio de estas reglas, sino a pesar de ellas, sus grandes sucesos dramkticos; y que por no salir del limitado recinto de un sal6n y del circulo estrecho de las veinte y cuatro horas, aun 10s Corneilles y Racines han cai. do a veces en incongruencias monstruosas, no hubiCramos hechq nijs que repetir lo que han dicho casi todos 10s criticos ingleses y alemanes y algunos franceses. Pudikramos haber dicho con Latouche que 10s novadores se apoyan en necesidades reales y en consideraciones juiciosas; que 10s que aspiran a la perfecci6n de las artes tienen siempre ra- zon, y 10s exclusivos e intolerantes yerran solos; que ciertas tra- bas aristotklicas, verbi gracia, las unidades de lugar y de tiem- PO, o las unidades de salon y cuadrante, como hoy se Ilaman, dcsacreditadas por las discusiones del siglo XVIII, h m venido pa a tierra; que esta exigencia abusiva ha hecho caer a 10s maes- tros de la escena en muchos absurdos; que pocas extravagancias de 1as que se llaman rominticas exceden a la inverosimilitud de hacer conspirar a Cinna en el inmdvil gabinete de Augusto, y de mostrarnos a 10s templarios indiciados, presos, interroga- dos, sentenciados y quemados en venticuatro horas; y que si 10s imperios, las leyes, las ciencias, la politica y hasta las reli- giones se mudan, jcn quC puede fundarse la excepcidn de in- mortalidad, para el pequeiio c6digo literario del preceptor de Alejandro? Pudiiramos haber dicho con Sismondi que “si en vez de buscar las emociones pokticas, se va a1 teatro con el libro de la ley en la mano, para denunciar como repugnante y disforme todo lo que se aparte de este canon sagrado, nos privaremos de infinitos goces, no conoceremos jamks la extensih del espi- ritu humano, y nos veremos encerrados por preocupaciones mez- quinas en una ignorancia tan funesta a1 entendimiento como a las artes; que 10s criticos franceses han analizado con extrema sagacidad y finura todas las delicadezas de verosimilitud y de 107

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