Antología de Andrés Bello

el autor no ha respetado mas la unidad de action, que las de lugar y tiempo. Nosotros nos sentimos inclinados a profesar principios m8s laxos. Mirando las reglas como utiles avisos para facilitar el ob- jet0 del arte, que es el placer de 10s espectadores, nos parece que si el autor acierta a producir este efecto sin ellas, se le deben perdonar las irregularidades. Las reglas no son el fin del arte, sin0 10s medios que 61 emplee para obtenerlo. Su trasgra sion es culpable, si perjudica a la excitacidn de aquellos afectos que forman el deleite de las representaciones dramAticas, y que bien dirigidos, 10s hacen un agradable vehiculo de 10s sentimien- tos morales. Entonces no encadenan el ingenio, sino dirigen sus pasos y le preservan de peligrosos extravios. Per0 si es posible obtener iguales resultados por otros medios (y Cste es un he- cho de que todos podemos juzgar); si el poeta, llevhdonos por senderos nuevos, mantiene en agradable movimiento la fantasia; si nos hace creer en la realidad de 10s prestigios que nos pone delante, y nos transporta con duke violencia a donde quiere, “Modo me Thebis, modo ponit Athenis”; lejos de provocar la censura, privgndose del auxilio de las re- glas, tno tendra mas bien derecho a que se admire su feliz osadia? La regularidad de la tragedia y comedia francesa parece ya a muchos monotona y fastidiosa. Se ha reconocido aun en Paris la necesidad de variar 10s procederes del arte dramatico; las uni- dndes han dejado de mirarse como preceptos inviolables; y en el codigo de las leyes fundamentales del teatro so10 quedan aque- llas cuya necesidad para divertir e interesar es indisputable, y que pueden todas reducirse a una sola; la fie1 representacion de las pasiones humanas y de sus consecuencias naturales, he- cha de modo que simpaticemos vivamente en ellas, y endere- zada a corregir 10s vicios y desterrar las ridiculeces que turban y afean la sociedad. Per0 volviendo ai drama de 10s Treinta Aiios, y dejando al juicio y sentimientos de cada cual la reiiida cuestidn de las tres unidades, el defect0 principal de aquel drama es en nuestro concept0 la excesiva atrocidad de 10s ultimos incidentes, que en realidad perjudica a la intencion moral del autor, porque exa- gera las consecuencias naturales del vicio, cuyos perniciosos efectos se propone mostrar. El jugador habitual es ordinaria- mente mal hijo, mal esposo, padre desnaturalizado. Est5 expues- to a ser el juguete y la victima de hombres profundamente de- pravados, que para cebgrse en sus despojos halagan su funesta pasi6n. Su desordenada conducta le arrastra a la miseria; la mi- seria, a1 fraude; el fraude, a la afrenta, y acaso a1 patibulo. Hasta aqui va el poeta de acuerdo con la naturaleza; pasado este tCr- 104

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