La novela chilena : 1974-1984
24 la cual procede a realizar una valoración, "qde no es otra cosa que la presencia de la decadencia eri' los diversos des tinos humanos. El narrador no es un personaje protagonice sino que un espectador al margen, un poco como el narrador de El picadero. Va entregando lo recordado, lo escuchado, lo visto. Y al mismo tiempo incluye un conjunto de refe - rendas culturales y artísticas que denotan la propia per sonalidad del cronista. El narrador por ejemplo tiene una teoría según la cual los sobrevivientes de todo ese círcu lo habrían evitado las situaciones extremas, y en los mo - mentos difíciles se habrían desdoblado en un actor y un es pectador, y donde al razonar con saludables prejuicios, ha brían podido salvarse. La visión que el cronista presenta es una interpretación de la realidad, tal como lo son los otros discursos a los cuales les permite expresión. Este narrador llega a transformarse en un narrador omnisciente, que entra por ejemplo, al interior de la psiquis de Eliana, que relata la intimidad de Barros Luco, y que se convierte en omnipresente cuando presencia y relata las torrentosas sesiones del Pachurro del Medio con María Olga. Al examinar la narración de Los convidados de piedra se percibe que a medida que avanza el tiempo en la noche de octubre de 1973, se van recuperando girones de tiempos idos. En cada uno de los XXV'capítulos" dé la novela hay altera ciones y yuxtaposiciones temporales. Por otra parte, estos son los escritos que el memorialista lee algunas veces a los otros contertulios. Pese a la yuxtaposición de espa - cios e historias hay sin embargo, una cierta cronología in terna, la cual progresa hacia el presente: se parte con ll infancia de Silverio, luego el navajazo, su conversión co munista, y finalmente su muerte. Podría debirse que la és tructura de la narración es in extrema res1, es decir, con tada desde el final, desde el último día acontecido, la fes .tejación del fin de una época. En algunos casos el leñ guaje del narrador cronista, inflamado por las circunstan-"' cias, se hace dramáticamente lírico o clásico, donde resue nan experiencias culturales. Esta primera persona que ca racteriza a este narrador cede lugar como se ha dicho a rna- rradorés que por él son enmarcados, y que hablan en primera persona también. Don Teobaldo, Silverio, Guillermo, el Pa churro del Medio, Eliana, Luisin Grajales, acceden a este tipo de discurso, que parece provenir de otras tertulias an
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=