La novela chilena : 1974-1984

22 viente en un voyeurista, en un mirón que contradictoriamente disfruta y teme les orgasmos de su mujer con otro hombre en su presencia. Habiendo perdido control de un banco durante la UP, se vuelca más tarde a una vida esotérica. María Ol­ ga se va con otro y engorda como una matrona. La segunda historia de cariz sexual es la de Tito, el nieto de don Teo- baldo. Tito se ha masturbado siempre hasta casi secar su cuerpo, y por ello la solución que se encontró fue ponerle una máquina conectadá con un anillo al pene, la cual avisaba de la erección y permitía ser aplacada o interrumpida por sus padres. La máquina había sido creada por el cura Santos y don Gregorio de Jesús. Esta clase aristocrática que se descompone porque no hay vás tagos ni linaje (Silverio no quiso tener un hijo con Leti - cia en la cárcel; Guillermo no tiene hijos) festeja pues u­ na muerte, la del comendador, en verdad, Allende. Desde los 50s en adelante el grupo se reúne para los cumpleaños. Par­ ticipan esta vez Sebastián Agüero, la Rubia, el Pachurro y su mujer, Matías, el chico Santana, y el cronista. El Pa - churro Mayor ha llegado a ser Opus Dei, mientras que la Ru­ bia se ha dedicado a hacer campañas con las mujeres de dere cha para atacar a Allende, en especial en contra de la re­ forma agraria. Han visto a Tito por última vez en el cemen terio en septiembre de 1973, para el entierro de Silverio. Durante esta cena macabra de octubre de 1973 todos los per­ sonajes rememoran momentos del pasado, y el cronista también incluye otras narraciones escuchadas por él en otras ocasio­ nes. Se recuerdan los años 1952, 1959, 1970, 1972, como im­ portantes reuniones previas. Otro miembro del grupo es el Gordo Piedrabuena que tiene acceso al grupo a través de un ritual de iniciación consistente en casi una tortura: gol­ pear los dedos de la mano de Piedrabuena. Piedrabuena lle­ gará más tarde a ser miembro de la Democracia Cristiana, co mo también María Olga. Se trata de un advenedizo que ascien de socialmente. Todo esto y mucho más hay en Los Convidados de Piedra. La novela se inicia con una dedicatoria a dos personas que le contaron al autor, supuestamente, algunas de estas historias. La literatura misma d¡e Edwards está tomando este cariz ero-

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