Judith Butler en Chile y en la Chile
CONVERSATORIO “PALABRAS PÚBLICAS” y el patriarcado a lo largo del tiempo. Es cierto que los hombres profitan de la desigualdad entre hombres y mujeres, pero la estructura de inequidad de género y la historia que la ha producido no se resumen a una identidad per- sonal. El problema no son “los hombres” en tanto cuerpos masculinos, como tampoco creo que la esperanza son “las mujeres” como identidad natural. La esperanza es el feminismo: un feminismo que pelee contra la violencia hacia las mujeres pero que incluya a los disidentes sexuales y, también, a los mi- grantes, los indígenas, los pobres. Es importante reunirse con mujeres y entre mujeres, pero no exclusivamente. Cada vez que las mujeres se reúnen, apare- ce la pregunta de cómo definimos a una mujer. Y yo no quiero imponer defi- niciones de lo que es una mujer. No deberíamos oponernos solo a la violencia sexual desde el grupo de las mujeres como un grupo aparte. Al posicionarnos también contra el fascismo y el militarismo, estamos del lado de todas las personas que se ven injustamente afectadas por la violencia política y social. Creo en armar coaliciones amplias y transversales que sean eficaces para lo- grar transformar a la izquierda. Las manifestaciones y asambleas son extremadamente importantes para reu- nir a la gente y también para reclamar el espacio público porque para muchas mujeres e integrantes de los grupos LGBTQ el espacio público no es siempre un espacio más seguro. Cuando lo reclamamos entre todos, lo hacemos más seguro. Pero estas manifestaciones y asambleas no pueden ser excluyentes: entramos a menudo en comunidades o bien formamos vínculos de solidari- dad con personas que no conocemos de antemano o con las que no necesa- riamente coincidimos. Muchas veces existen diferencias claras en el interior del feminismo, pero nos mantenemos unidas en oposición a la violencia y la injusticia. Y en mi opinión, no tenemos que amarnos los unos a los otros fingiendo que no existen conflictos internos para converger exitosamente en una manifestación de masas y compartir vínculos de solidaridad. Tenemos que estar juntos independientemente de nuestras diferencias, ya que estas diferencias van cambiando según se modifica el contexto de la acción. La pre- gunta es qué se hace entre todos con esta energía colectiva. Los diferentes grupos tienen que fortalecer redes que están internamente conectadas entre sí, pero sin dejar de lado el poder político. Veo que en Chile muchas mujeres jóvenes han ingresado al Parlamento representando a diferentes partes de este país. Eso es increíblemente importante. No creo que el poder parlamen- tario sea la respuesta a todo necesariamente, pero ciertamente ayuda a mo- dificar estructuras y leyes. Hay distintas formas de especificar la lucha que damos según los distintos territorios en los que elegimos intervenir. Tomemos el ejemplo de la educación: ¿qué significa una educación democrática? ¿Cómo debería ser un currículo? ¿Cuáles son las maneras en que las mujeres pueden moverse o no dentro de los espacios universitarios? ¿Cuál es la estructura de gobierno de la universidad y cómo se participa en ella? Lo que yo entiendo por democracia radical o por radicalización de la democracia implica en realidad extender los modos de participación a todas las esferas de la vida y la acción colectiva. A veces esto tiene que hacerse de forma local, pero con una cone- xión de tipo global. El otro punto sobre las manifestaciones masivas es que tienen que repetir- se y multiplicarse, pero, a la vez, transformarse para seguir respondiendo a los nuevos aspectos de la situación contemporánea. Tienen que ser capaces de pensar en el fascismo emergente, cómo oponerse a las nuevas formas de autoritarismo. No podemos seguir confiando en los modelos del pasado para
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