Judith Butler en Chile y en la Chile
44 – – 45 Pertenece a las humanidades la voluntad de saber en común de lo común y en pro de lo común. Por eso, desde un comienzo están ellas comprome- tidas con lo público. Su estructura epistémica es discursiva (a diferencia de una estructura basada en el cálculo) y el principio de articulación del es- pacio público es el discurso; comparten ambos el lenguaje natural como medio. Ambos nacen y re- nacen en la escena de la conversación de la comu- nidad. Y las humanidades tienen responsabilidad en cuanto a mantener una proximidad crítica con el discurso que se intercambia en la esfera pública. El asunto de las humanidades siempre está afuera , nunca exclusivamente recluido en el claustro. Que hoy las humanidades sean reducidas y res- tringidas, que su misma condición de forma ori- ginaria y ejemplar de pensamiento sea empujada a los márgenes de la institución contemporánea de conocimiento, es algo que tiene que ver esen- cialmente con el hecho hoy generalizado de una crisis de lo público. No hablo de la crisis que le es inherente: lo público es frágil porque es el espacio de concurrencia de los intereses, las fuerzas y los poderes y asimismo de las capacidades para hacer del discurso su vehículo e instrumento. Hablo de la tendencia a una clausura de lo público bajo la forma paradójica de una absoluta y obscena pu- blicidad, que es un modo perverso y ciertamente mercantil de privatización de lo público. El compromiso político de las humanidades es un compromiso con aquello que en lo humano es po- tencia, posibilidad y conato; no lo humano como algo dado y como algo que damos por sentado, sino como algo en proceso de (interminable) gesta- ción, de constante diversificación. El compromiso político de las humanidades se ejerce, entonces, en la potencia de pensar más allá de lo que actual- mente se nos impone como “humano”, con efecto de exclusión y segregación, en la potencia de inte- resarse por otras vidas y por el espesor que traen consigo, en la potencia de abrirse a la complejidad del mundo y de la existencia, en la potencia, en fin, de dejarse afectar por lo diverso, lo foráneo, lo irre- ductible. Es la potencia crítica de las humanidades. La crítica está en el eje del pensamiento y la ac- ción de Judith Butler. En ella son inseparables teoría crítica y práctica crítica. Pero no se trata de teoría aplicada ni tampoco de llevar a la práctica la teoría. El proceso de pensamiento y de acción y “Que hoy las humanidades sean reducidas y restringidas, que su misma condición de forma originaria y ejemplar de pensamiento sea empujada a los márgenes de la institución contemporánea de conocimiento, es algo que tiene que ver esencialmente con el hecho hoy generalizado de una crisis de lo público”.
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