Judith Butler en Chile y en la Chile
INAUGURACIÓN DEL CENTRO INTERDISCIPLINARIO DE ESTUDIOS EN FILOSOFÍA, ARTES Y HUMANIDADES sin censura, violencia o desposesión. Estos son, sí, ideales, ideales normativos, como dirían los teóri- cos críticos. Y constituyen el punto de confluencia entre el mundo público y la vida académica, entre el activismo y la academia, sin negar completa- mente la diferencia entre uno y otra. * * * Comencé hoy con una discusión acerca de la críti- ca, de las nuevas formas que adopta la teoría crítica y el carácter encarnado de la investigación acadé- mica. Sugerí que los muros de la academia deben ser porosos, y así como las instituciones académi- cas miran a su interior para refinar sus disciplinas y sus campos, así también deben mirar al mundo público y reconocer que siempre están ya en ese mundo. La crítica, sugerí, no es simplemente una práctica subjetiva y ciertamente no es un acto de simple negación o destrucción. Cuando inquirimos de qué manera el pensar y el escribir y la expre- sión artística reflexionan sobre el mundo también estamos preguntando qué tipo de transformación del mundo se imagina o se lleva a cabo al pensar y al escribir y al hacer arte. Esta transformación no es una que le imponga al mundo tal como ya es una visión totalitaria de cómo debería ser. En cambio, ella permitiría una forma de imaginar, un modo de pensar acerca del futuro, de acuerdo al cual podríamos repensar y reevaluar lo que quere- mos decir con libertad, igualdad y justicia. Los mo- vimientos en pro de la transformación social muy a menudo le proponen problemas intelectuales a la academia, y la academia provee en ocasiones ideas o conceptos que inspiran a quienes quieren elaborar y defender libertades básicas para las per- sonas que viven bajo coacción autoritaria, igual- dad básica para quienes sufren discriminación y desposesión, justicia básica para quienes han esta- do sometidos a daños o para las personas que han sufrido pérdidas políticas causadas por formas de violencia estatal. Es en la academia donde empe- zamos a formular un concepto de derechos que va más allá de lo humano, que incluye al animal y concierne asimismo al medio ambiente, a la tierra, al mar, como salvaguarda en contra de la expropia- ción y la destrucción a manos de la codicia corpo- rativa y el capitalismo desregulado. En las humanidades nos ocupamos muy a menudo de mundos imaginarios. De ninguna manera son lo que vivimos en la vida diaria, pero guardan una relación crucial, si no crítica, con nuestras vidas, con la tarea de persistir y florecer como los seres encarnados que somos. Aunque los mundos cons- truidos por las obras de ficción y los mundos en “Los muros de la academia deben ser porosos, y así como las instituciones académicas miran a su interior para refinar sus disciplinas y sus campos, así también deben mirar al mundo público y reconocer que siempre están ya en ese mundo”.
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