Magdaluna

La niña creció alegre, graciosa, traviesa. No había oscuridad en ella. Su abuela, quien apenas caminaba, la seguía impetuosamente para escucharla cantar y bailar en los bosques mágicos que inventaba Magdalena. El resto de las mujeres de la familia, estaban siempre atentas, disfrutándola, cuidándola, vigilantes a que Magdalena solo girara en su alegría.

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