Magdaluna

Y así lo hicieron cada noche de luna llena. El humor de la niña volvió a ser vivaz, ya nadie podría decirle Magda Malas Pulgas. Ahora todos querían estar con ella. Y de tanto charlar en la luna llena, la mamá logró conocer muy íntimamente a su pequeña hija. Entonces, reparó que en su nombre debía cambiar una letra para que todo fuera prodigioso. Acarició su pelo, la miró dulcemente a los ojos y nuevamente susurró su nombre: Magda l una

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