Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan

Construcción de identidades masculinas en estudiantes de ingeniería – 75 Los resultados de un estudio realizado por cidpa (Dávila et al , 2011) dan cuenta de cambios y permanencias que han experimentado los jóvenes durante los períodos 1997 a 2009. A través del análisis de distintos Informes de Juventud se responde a la pregunta por los cambios que la juventud ha experimentado. El supuesto es que estaríamos en una época de transformaciones culturales y sociales aceleradas en las que los jóvenes serían quienes mejor expresan este proceso. Sin embargo, el análisis da mayores muestras de continuidad que de cambio en las prácticas de la juventud, destacando que en las tendencias con mayor transformación la variable con mayor incidencia es la estratificación social (a decir, los distintos niveles socioeconómicos y desiguales ingresos monetarios del conjunto de la población estudiada). Esta clave teórica es más evidente al analizar los discursos y experiencias de los entrevistados en sus contextos educacionales, siendo un factor de gran incidencia en la configuración de las identidades juveniles. 2. Experiencias de formación educacional. En la formación de las identidades masculinas, las instituciones educativas tienen un rol fundamental. No sólo son espacios de transmisión de saberes y habilidades varias, sino que estos saberes y habilidades están diferenciados por género, así como también por clases y por orígenes culturales (etnias). Las instituciones educativas, entre ellas las universidades, están organizadas jerárquicamente según el tipo de es- tudiante que ingresa y además por el carácter público, privado, técnico, científico o humanista de la institución (Viveros, 2002; Fuller, 2002) Las instituciones educativas son el espacio privilegiado para la reproducción de la cultura, por ello las disposiciones materiales, los discursos y las prácticas que se privilegian en dicho espacio siempre están delimitadas por estructuras donde hay “[…] relaciones de poder, divisiones de trabajo, patrones de autoridad, sistemas de símbolos, entre otras” (Connell citada en Viveros, 2002:198). Dichas disposiciones van dando forma a las identidades de clase y género, es decir, que hay toda una es- tructura institucional que va configurando y dibujando los caminos legítimos de la identidad. A este sistema educativo Connell (1995) lo denomina régimen de género y tiene cuatro componentes centrales. Primero, las relaciones de poder que se dan en este régimen son ejercidas autoritariamente por los profesores sobre los estudiantes a través de prácticas de supervisión. Segundo, la división del trabajo diferenciada por género va otorgando valores distintos a las ciencias masculinas (ciencias duras y ma- temáticas) y femeninas (humanidades, educación, servicios sociales y de cuidado, etc.), en las cuales la primera tiene mayor legitimidad (Guasch, 2006). Tercero, este régimen destaca y reproduce un saber basado en la historia en la que se refuerzan figuras masculinas, valores asociados a la guerra y otros rasgos de las masculinidades

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