Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
Lo juvenil y el género: pistas para su abordaje – 57 Para la historiadora Joan Scott, el género tiene sus inicios teóricos con el movi- miento feminista desplegado en Estados Unidos y países europeos durante la década de 1970 (Meyerowitz, 2008). El concepto de género se utilizaba para combatir las ideas que sostenían que los comportamientos, temperamentos e intelectos se defi- nían de acuerdo al sexo de los sujetos y por ende eran naturales. Se entiende el géne- ro como construcción social tanto a nivel estructural como de prácticas cotidianas (Meyerowitz, 2008). Por otra parte, Lamas (1996) sostiene que la categoría analítica de género en- cuentra sus antecedentes en Simone de Beauvoir, con su libro “El segundo sexo”, donde plantea que las características humanas consideradas femeninas son adqui- ridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, lo que se sintetiza en la célebre frase: “Una no nace, sino que se hace mujer” (Simone de Beau- voir en: Lamas, 1996). Otro punto de vista sostiene que el concepto de género encuentra sus oríge- nes en la psicología, con las investigaciones desarrolladas por Stoller y Money de la Universidad de California (Montecino y Rebolledo, 1996), quienes en el año 1962 publican el libro “Sexo y Género”– que parece ser el primer libro de Estados Unidos en utilizar la palabra género en su portada con connotaciones no lingüísticas (Me- yerowitz, 2008). Para estos autores, las identidades sexuales de hermafroditas – que eran los sujetos que estudiaban – dependían de sus socializaciones tempranas, no de la biología ni de sus hormonas predominantes. Así, el sexo corresponde a rasgos biológicos mientras que el género refiere a la construcción social de las diferencias sexuales. En resumen, el sexo se hereda y el género se aprende (Montecino y Rebo- lledo, 1996). La teoría de género ha tenido un desarrollo abrumador y cada vez más complejo en las últimas décadas, por lo mismo han surgido visiones críticas a las primeras pers- pectivas. Una de estas críticas es aquella que se ha llamado postmodernista, que ha desestabilizado los estudios de género, interrogando la categoría de mujer ( Lenger- mann & Niebrugge, 2010). Judith Butler, una de las teóricas más influyentes de esta corriente, cuestiona las pre-nociones de conceptos como género y sexo, junto con las relaciones que se presumen directas y coherentes entre sexo, género y sexualidad. Para Butler la categoría mujer como sujeto estable del feminismo tiene consecuen- cias coercitivas y reglamentarias, aun cuando se haya pensado en términos eman- cipatorios, pues limita las diversas identidades posibles. Según Butler, las personas no comienzan la vida con una identidad interna como hombre o mujer, sino que se apoderan de ciertas concepciones de hombre y mujer en función de sus biografías personales, su lugar en la historia, y los discursos normativos que los constituyen (Lengermann & Niebrugge, 2010). No da por sentado las nociones de mujer, sexo y género.
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