Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan

Genealogía del adultocentrismo. La constitución de un Patriarcado Adultocéntrico – 31 de afectos entre otros aspectos. Niñas y niños son construidos como débiles –me- nores – en el mismo movimiento imaginario en que las personas adultas se definen como mayores, fuertes e inteligentes. Lo que resulta de esta imposición, a través de la historia de la humanidad, es la consolidación de un conjunto de imaginarios que fortalecen la posición de dominio de estos últimos y la de subordinación en los pri- meros. La necesidad de ayuda señalada no ha implicado relaciones de colaboración, sino relaciones de sometimiento. Este proceso está naturalizado y tiene la capacidad de condensar en los imaginarios, la procedencia y emergencia del adultocentrismo. La naturalización de la dependencia y subordinación de los considerados me- nores se instala por ejemplo, en el pensamiento griego y se hereda como verdad uni- versal, para Aristóteles: “siendo las partes primitivas y simples de la familia el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos” (Ross, 1921; 32-34). Como se observa, desde estas ideas se entrecruzan las cuestiones de clase, de género, raciales y de generación que reproducen patriarcado y adultocentrismo, haciéndolo aparecer como una cuestión natural. “El esclavo está absolutamente privado de voluntad; la mujer la tiene, pero subordinada; el niño sólo la tiene incompleta” (Ross, 1921; 24- 25). La noción de madurez, como completitud de las personas mayores, es señala- da como un principio esencial que niega posibilidades a quienes son considerados como carentes de ella y en el mismo movimiento le otorga todas las posibilidades a quienes se autodefinen y son definidos socialmente como legítimos poseedores de esa madurez. El establecimiento del adultocentrismo y sus mecanismos de legitimación al in- terior del grupo familiar, como obediencia a la autoridad paterna/materna; la mis- tificación de los antepasados; el reconocimiento a quienes “dan la vida” y a “quie- nes alimentan”, comienzan a hacerse patentes desde las sociedades domésticas. Ello construido sobre la base de relaciones de sometimiento de mayores a menores: a la base de este modo adultocéntrico está la negación de las posibilidades de colabo- ración en igualdad de condiciones para mayores y menores, y al mismo tiempo, la exclusión de la reciprocidad como posibilidad para la sostenibilidad democrática y solidaria de las relaciones entre generaciones. Así, el adultocentrismo es una empresa política, que se consolida desde la co- munidad doméstica, como extensión del patriarcado. Por ello, es necesario enfatizar este carácter en la explicación de estos procesos, lo que refuerza la idea de que los sistemas de dominio patriarcal y adultocéntrico son fruto de unos intereses y dis- posiciones de actores – en este caso varones adultos y adultos mayores – que van construyendo los mecanismos para el sometimiento de niñas, niños y mujeres adul- tas para asegurar la producción y reproducción del grupo. Para ello se consolida la imagen del mayor y se organiza la reproducción social en torno a dicha figura de autoridad autoritaria (Meillassoux, 1982).

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=