Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
30 – juventudes en chile: miradas de jóvenes que investigan rivado en las tareas de la crianza –, para dejar sola a la mujer en ese vínculo. Esto no modifica la posición de la mujer en la unidad familiar respecto del esposo, sino que le otorga privilegios, en tanto adulta, respecto de las personas consideradas menores. Se transforma en una aliada en el mantenimiento y consolidación-legitimación de las lógicas adultocéntricas. Se enfatiza así la noción de la mujer como reproductora del adultocentrismo en tanto víctima y reproductora del patriarcado – como ya han señalado De Beauvoir (1987) y Lerner (1986) –. Diversos estudios coinciden en que al hacer referencia a la dominación sobre la sexualidad de las mujeres, reiteradamente se vincula con la dominación de los varones adultos sobre su descendencia (De Beauvoir, 1987; Lerner, 1986). Así éstos subordinados – menores –, aparecen significados como una extensión de las ma- dres que les han parido y de quienes dependen originalmente para pasar a depender posteriormente del amo, señor feudal o burgués (Ariés, 1990). Dicha condición de dominio del individuo tratado como menor puede modificarse en tanto varón que se hace adulto y se independiza de su madre. La cuestión relevante es: en qué condi- ciones ahora sigue siendo un dominado por clase y en qué contextos se transforma en un dominador por género, raza y generación. 3.4. La condición simbólica en la producción del dominio En lo simbólico, tal como para la legitimación del dominio sobre las mujeres, se fueron construyendo unos imaginarios cada vez más complejos que naturalizaron esa posición de subordinación. Para el caso de las relaciones entre los considerados mayores y menores, los mecanismos fueron semejantes: “Cuando el poder de los adultos sobre los jóvenes se ejerce por el saber, no se basa sobre la trasmisión de conocimientos prácticos, sino de conocimientos artificiales, esotéricos, irracionales , que no están fundados en ninguna forma de empirismos ni en razonamientos, por lo que no pueden ser nunca descubiertos ” (Meillassoux, 1982; 41). Se inventa así un tipo de saber que sólo poseen las personas consideradas mayores y que excluyen del mismo a los menores. Así se comienza a materializar la consti- tución del adultocentrismo como modo de dominio desde lo simbólico y a través del ejercicio de poder unilateral y asimétrico que impone explicaciones y niega las posibilidades de construcción conjunta. Un ejemplo de estos artificios está en la naturalización de las necesidades que al nacer se evidencian en seres humanos, ya que a diferencia de otras especies, se re- quiere de la ayuda de otras personas para sobrevivir. Esta necesidad biológica ha sido construida simbólicamente como debilidad intrínseca de niñas y niños, y transfor- mada en condición básica de su dependencia alimentaria, de protección, de abrigo,
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