Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
276 – juventudes en chile: miradas de jóvenes que investigan efectos, en la identidad y conciencia estudiantil son: La escuela es presentada como un lugar para aprender y desarrollar al máximo las propias capacidades al alero del desarrollo de competencias y destrezas, pero se vive o experiencia como un lugar de control, de autonegación de los propios intere- ses, en donde la experiencia de aprender se vuelve más un proceso de adaptación a una dinámica normativa y un desarrollo de destrezas inconexas del contexto socio- cultural propio. De esta forma el equilibrio relacional alcanzado en la interacción entre estudiantes y docentes en el aula, no se encuentra centrado en los aprendizajes de niños y niñas, sino más bien en el control de su utilización del tiempo y sus posi- ciones en dicho espacio. Existencia de un bajo nivel de integración entre niños y niñas desde el punto de vista de los aprendizajes que se encuentran desarrollando, lo que es coherente tam- bién con él bajo nivel de integración de sus condiciones socioculturales. Las y los docentes deben responder a un currículum y sistemas de evaluación que les sobre exigen y determinan sus prácticas pedagógicas, por su parte niños y niñas deben responder a los docentes, para que éstos respondan a los sistemas de evaluación. El equilibrio se logra cuando estudiantes y docentes “pactan” un acuer- do de consentimiento respecto a dicho control, que contiene la normalización de ciertas formas de castigo y prácticas de resistencia. Esta divergencia de los sentidos concretos, retroalimenta las condiciones que impiden la producción de un significado más trascendente del aprender en la es- cuela, pues inciden en la producción de situaciones de conflicto que distancian y fragmentan la acción de los distintos actores entre sí, exigiendo cada vez más la pro- ducción de sentidos concretos de este tipo. 2.2. Trasgresión y resistencia colectiva En ausencia de un sentido conectado a los propios intereses, la normalización de prácticas de resistencia de las y los estudiantes, pareciera expresar, por una parte, una resistencia a un modelo de práctica pedagógica que ha sido superado, y a un discurso carente de sentido en la medida en que los valores y promesas que lo fundamentan son superados por la exclusión social. Al tiempo que, en forma paralela, y también contradictoria, reproduce prácticas y estructuras de poder y subordinación propias de, o que reproducen dicha exclusión. La resistencia a esta práctica pedagógica se expresa por ejemplo, en la normali- zación de acciones de indisciplina que las y los docentes deben enfrentar en forma permanente, y más aún, cuando, de acuerdo a los relatos de las y los estudiantes, sus metodologías no se conectan con los intereses de éstos, o cuando sus capacidades de mando no son lo suficientemente eficientes en el control del espacio educativo. La resistencia es colectiva en la medida en que existe una valoración en y entre las y los
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