Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
24 – juventudes en chile: miradas de jóvenes que investigan categoría ontológica inferior, lo que sirvió para imponer una nueva cultura y una nueva religión en torno a una ideología violenta, dominadora y excluyente” (He- rrera, 2012; 1). Esta transformación acabó con una cultura que “veneraba la vida, la fertilidad y la capacidad femenina para procrear” (Herrera, 2012; 4). En sentido contrario, emer- gieron las bases de una cultura centrada en antagonismos naturalizados entre lo mas- culino y lo femenino, como tensiones entre la vida y la muerte, lo bueno y lo malo, lo cierto y lo falso. Se produce una jerarquización a partir de diferencias que son transformadas en desigualdades y en raíz de dominación. “En un principio, la «diferencia» como señal de distinción entre los conquistados y los conquistadores estaba basada en la primera diferencia clara observable, la exis- tente entre sexos. Los hombres habían aprendido a vindicar y ejercer el poder sobre personas algo distintas a ellos con el intercambio primero de mujeres. Al hacerlo ob- tuvieron los conocimientos necesarios para elevar cualquier clase de «diferencia» a criterio de dominación” (Lerner, 1986; 117) Así, desde lo simbólico se va nutriendo un subsistema que abarca diversos campos de la vida femenina y por contraposición el refuerzo de una masculinidad dominante. En esta creación de símbolos, hacia el final del período Neolítico y ya en la Época de Bronce, las mujeres se encontraban en una posición desventajosa, lo que las excluyó de participar de este proceso que quedó sólo en manos de los varones. La invención del sistema numérico y de la escritura fortaleció esta creación de símbolos (Lerner, 1986). Es la gestión sociocultural de las energías sexuales, la que produce lo que se ha denominado dominación de género: relaciones de control y subordinación de lo masculino sobre y contra lo femenino, a partir de las construcciones sociales y cultu- rales que de las tareas y roles del sexo se van imponiendo (Bourdieu, 2000; Gallardo, 2006). Las nacientes sociedades y Estados se constituyeron, con especificidades cultu- rales y ecológicas, sobre los cimientos que este patriarcado les otorgó. Al mismo tiempo, sus estructuraciones fueron construyendo nuevos argumentos para la con- solidación y legitimación de este sistema de dominio. Es un debate abierto en la ac- tualidad, la originalidad y con ello la subsidiariedad del dominio patriarcal respecto del dominio de clases (Lerner, 1986; Meillassoux, 1982), y también si la categoría es pertinente para el análisis social (Rowbotham, 1984). En este texto, concibo el patriarcado como un sistema de dominio que se orga- niza históricamente y que se reproduce hasta la actualidad, a partir de la enajenación
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