Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
El futuro es hoy: perspectivas para el análisis de la okupación en chile – 221 “Nos unimos para hacer, no para parecer. Y ese hacer está condicionado por los intereses de cada grupo particular. Podemos agruparnos para auto-educarnos, para difundir la propaganda anárquica, para crear situaciones de tensión, para levantar instancias de economía no capitalista, para generar, en fin, una gama muy diversa de expresiones. Eso es lo urgente: hacer” (El Surco, 2012, N°39). La formación de grupos de afinidad sirve para potenciar las ideas y creaciones del conjunto, lo que hace posible que surjan conexiones con otros nodos de orientación similar logrando ampliar el rango de influencia y el intercambio de bienes simbóli- cos necesarios para enriquecer la red. Es importante señalar que toda acción tiene una orientación política concreta. Lo político se observa desde la recuperación del espacio hasta en sus formas de ope- rar: “Las motivaciones son políticas, pero no siempre con propuestas claras como pro- grama político, sino que se van generando a medida que nacen las necesidades. No hay una verdadera programación de cómo se desarrollan los espacios, pero si una lógica anti-autoritaria de cómo afrontar las problemáticas y organizaciones de acti- vidades” (Dante, 30 años). Las formas de organización no responden a las lógicas tradicionales, sino más bien configuran un escenario de acción y participación bajo una lógica activa del “hacer” constante, utilizando vías alternativas. Esta forma de organización está en perfecta armonía con los mecanismos de acción que han adoptado los movimientos sociales contemporáneos. Desde esta perspectiva, no resulta extraño que los okupas hayan sido colaboradores activos en jornadas de apoyo a diversas manifestaciones sociales. Desde el año 2001 hasta el presente se han evidenciado potentes manifestacio- nes sociales que han abarcado una gran diversidad de demandas. En el año 2001 aparecen los estudiantes secundarios en la calle, en el denominado “Mochilazo”, para reclamar lo que ellos consideraban un derecho: la gratuidad del pase escolar. Esta movilización tiene como particularidad la aparición de una organización juvenil ba- sada en la horizontalidad, la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES). Posteriormente, en el año 2006 estalla la llamada “Revolución Pingüina”, instancia en la que miles de estudiantes salieron nuevamente a las calles a exigir al Estado que se hiciera cargo de la alicaída educación pública, evidenciando la cre- ciente desigualdad de calidad entre el sistema público y privado. Ambas movilizacio- nes sentaron las bases para que en el año 2011 emergiera un movimiento estudiantil más amplio, articulado por un mayor número de actores sociales, que abiertamente
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