Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan

El Heteropatriarcado, declive o vigencia en los relatos de jóvenes infractores de ley – 167 4. Trayectoria y Experiencias Sexuales El proceso de desarrollo ligado con lo sexual, se ha comprendido tradicionalmente a partir de modelos que utilizan sólo el paradigma heteronormativo, lo que es evi- dente en los planteamientos freudianos en los que se presenta una sexualidad que se vivencia de diversas maneras a lo largo del desarrollo, normando/normalizando las vivencias sexuales estableciéndolas dentro de ciclos predeterminados (Freud, 1992). En este sentido, la meta del desarrollo sexual sería llegar a un estadio genital donde el objeto de deseo se encontraría fuera del ámbito familiar, lo que a su vez permite “sacar” el deseo sexual del anclaje infantil para investir eróticamente a un otro del sexo opuesto, convirtiéndose esta catexis en el motor vivencial que con más fuerza organizará el mundo de los afectos y sentimientos en la edad adulta. Es así, como en el marco del sistema heteronormativo, se legitima y acepta solo la heterosexualidad rechazando la posibilidad de otras prácticas, de otras orientaciones sexuales, de otros deseos. 4.1. Hitos de la Trayectoria Sexual Considerando las concepciones heternormativas asociadas al desarrollo psioco- sexual, que establecen éste como un proceso constituido por etapas progresivas, que van desde lo oral hasta lo genital, se comprende que la trayectoria sexual de los y las jóvenes posee hitos comunes dependiendo del sexo asignado. En el caso de las muje- res y de la construcción de lo femenino tradicionalmente se contempla la menarquía y el inicio sexual penetrativo. En el caso de los hombres: la primera eyaculación, las prácticas masturbatorias, el inicio sexual penetrativo y una experiencia sexual mar- cada por la potencia eréctil. 4.1.1. Menarquía La menarquía es una experiencia exclusiva de las mujeres, generadora de pudor y en gran medida por ello, sólo compartida con figuras femeninas. Se marca el inicio del ‘ser mujer’. El cuerpo adquirirá otras formas y pasará a ser objeto de deseo, por lo que la incorporación al mundo de las adultas implica el traspaso de los temores y de las amenazas presentes en una sociedad patriarcal (Rodríguez, Santana, 2011). Por tanto, es el patrón heteropatriarcal y adultocéntrico 4 el que recae sobre los cuerpos de estas jóvenes. Con la menarquía hay un cambio real, concreto, que está cargado de contenidos 4 Una característica que poseen las sociedades occidentales es su condición adultocéntrica. “Ella remi- te a unas relaciones de dominio entre estas clases de edad —y lo que a cada una se le asigna como expectativa social—, que se han venido gestando a través de la historia, con raíces, mutaciones y actualizaciones económicas, culturales y políticas, y que se han instalado en los imaginarios sociales, incidiendo en su reproducción material y simbólica.” (Duarte, 2012, p. 103)

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