Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
164 – juventudes en chile: miradas de jóvenes que investigan Por otro lado, la masculinidad supone una serie de procesos de socialización a lo largo de la vida y contempla una serie de atributos, valores, funciones y conductas que determinan a un hombre y que además, se entrelazan con otros aspectos como etnia, clase, edad, entre otros, que pueden potenciar o debilitar el ejercicio de poder de un hombre dentro del Sistema Heteropatriarcal. Así, a la luz de las entrevistas, se aprecia por un lado una fuerte ligazón hombre – trabajo productivo , constituyéndose el espacio laboral y público como un reducto donde se produce y reproduce lo masculino. Por tanto, el trabajo aparece “como el vehículo por excelencia a través del cual construyen su identidad, su sentido de sí mismos en tanto hombres” (Díaz, Godoy, Stecher, 2005:53) 3 El trabajo en tanto eje identitario se relaciona con un momento específico del ciclo vital y con las funciones que se deben cumplir en un núcleo familiar. Son los hombres adultos que “tienen familia” los que deben trabajar, porque tienen que cumplir en tanto proveedores. En este sentido, es claro y evidente en el discurso de los jóvenes, el rol que deben asumir los hombres cuando deciden una vida en pareja: ellos deben ser “el hombre de la casa”. El trabajo y la centralidad que adquiere en el quehacer de los hombres se asocia ineludiblemente a la concepción que de éste se instala con el capitalismo, donde el valor social y económico se asocia a lo productivo, al denominado trabajo abstracto, invisibilizando y desvalorizando las actividades asociadas al espacio doméstico. Lo que se desprende de lo dicho por los jóvenes es que la mujer, a diferencia del hombre, puede prescindir del trabajo remunerado, pero el hombre no. “…es que yo igual llegaba y de repente la xxx no hacía las cosas, pero [otras veces] ella tenía el almuerzo, todo listo, me esperaba pa’ salir, (…) si después al final es pa’ ella [trabajar], pa’ que ella se pueda comprarse ropa, todo y ella lo comprendía” (varón, 16 años) La división sexual del trabajo sigue vigente y es casi connatural que los/las jóvenes planteen la distinción de las labores reproductivas y productivas estrechamente aso- ciadas a los géneros. Es más, existe una valoración positiva de dichos funciones y su división: “La mujer yo creo es la que cría, la que cuida a los niños y el hombre es el que lleva la plata” (mujer, 17 años) 3 En este sentido, es interesante recordar que en el mundo del hampa, la práctica de ilícitos que con- forman una trayectoria delictiva, son consideradas un trabajo. Por tanto, todo el peso simbólico aso- ciado a lo masculino se replica en la subcultura delictiva.
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