Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan

El Heteropatriarcado, declive o vigencia en los relatos de jóvenes infractores de ley – 163 También el cuerpo de la mujer, en tanto fuente de gratificación sexual, es otro de los as- pectos constituyentes de su identidad heteropatriarcal. La mujer queda ligada a su sexo, es el objeto sexual por excelencia ante un deseo masculino único existente. En rigor, “el poder de las mujeres emana de la valoración social y cultural de su cuerpo y de su sexua- lidad” (Lagarde, 2006: 199) y eso implica buscar la mirada y la aprobación masculina: “…voy al gimnasio, hago gimnasio, trato de no comer tanto// te gusta verte atractiva//E: sí// ¿y por qué?// E: para sentirme bonita, me gusta que me miren (…) me siento bien yo (…) como que me miro todo el día en el espejo (…) también es por el ambiente// ¿Cómo?// E: es que en su ambiente se ve bien lo intelectual, pero en el mío más la pinta” (mujer, 18 años) La cita anterior manifiesta con claridad lo planteado por Bourdieu (2000) en torno a las erotizaciones de las relaciones de dominación, construidas a partir de la supre- macía del deseo masculino y la construcción de un deseo femenino que, en rigor, no le es propio sino que es el del otro dominador: “…las mujeres están condenadas a experimentar constantemente la distancia entre el cuerpo real, al que están encadenadas, y el cuerpo ideal al que intentan incesante- mente acercarse. Al sentir la necesidad de la mirada de los demás para construirse, están constantemente orientadas en su práctica para la evaluación anticipada del precio que su apariencia corporal, su manera de mover el cuerpo y de presentarlo podrá recibir” (Bourdieu, 2000: 50) Y justamente es esa mirada masculina la que debe ser atraída, la que predomina en la construcción de un cuerpo femenino insuficiente, en constante falta para llegar a ser ‘más mujer’: “me siento mujer, pero si fuera por mí, me pondría pechos, me haría una liposucción y me levantaría esto” (mujer, 18 años) . Existe la necesidad de prótesis, de completar un cuerpo, que permite intensificar la diferenciación sexual y con ello, ser lo que el otro desea. Todo lo señalado ratifica lo planteado por Inés Fernández (2004), autora que hace referencia al cuerpo de la mujer como un territorio que otorga beneficios a otros (hombres, hijos/as) a través de la función materna y la gratificación sexual. Encubiertas una bajo el velo del amor romántico y la otra, bajo la idea del instinto maternal, han permitido hasta la actualidad que se mantenga el control sobre los cuerpos femeninos.

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