Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan

140 – juventudes en chile: miradas de jóvenes que investigan entre géneros, como también intragénero, o sea válida la exclusión a hombres que no cumplen con los mandatos socialmente impuestos por el modelo hegemónico, acre- centado así las asimetrías y otorgando poder a aquellos hombres que cumplen con lo que dicta la norma de este deber ser. Este “modelo definido no admite contrapuntos o alternativas, prevalece, se convierte en idea fundante” (Madrigal. L, s.f., 2) idea que adopta la forma de cuestionamiento continuo en relación a la identidad y que por lo tanto debe probarse continuamente. La masculinidad hegemónica es “la imagen de masculinidad de aquellos hombres que controlan el poder” (Michael Kimmel en Valdés, T., Olavarría, J.1997, 24), la cual, se constituye en la norma de medida establecida de lo que en la sociedad patriarcal significa llegar a ser un verdadero hombre . Por tanto, su comprensión resulta una reflexión que apunta al ejercicio del poder de los hombres por sobre las mujeres, del poder en las relaciones interpersonales, pero también del poder en las estructuras- orgánicas y por sobre todo lo que signifique lo femenino. Es así, que el despliegue del poder de los hombres en una realidad social y cotidia- na especifica, se construye en la interacción con otros sujetos sociales, con los cuales se establecen patrones de comportamiento sexual socialmente aceptados, en momentos culturales determinados, en el que “ el sujeto humano y la identidad sexual humana, son producidos simultáneamente […] en que la criatura entra en el orden simbólico del lenguaje, es decir, se estructura en y por el lenguaje”. (Badinter, E. 1993, 167). En estos términos, los aprendizajes masculinos no se determinan biológicamen- te; se adquieren en gran parte a través de la socialización que lleva a la internaliza- ción de actitudes y valores del ser hombres. Por lo tanto, el análisis de la construc- ción de las masculinidades significa considerar aspectos de orden cultural y social de los varones, dentro de un contexto atravesado por el poder patriarcal. Las prácticas reguladoras sobre la sexualidad han contribuido a generar identi- dades coherentes al sexo biológico y con ello, a producir la heterosexualización del deseo de los hombres. Es así, que la socialización heterosexual es representada como “natural, moral, práctica y superior a cualquier otra opción sexual” (Cruz Sierra, S. s.f., 1), la que se traduce en formas determinadas para los sujetos en el ejercicio de su sexualidad. En este sentido resulta importante mencionar que “ Diversos estudios sobre la masculinidad de los varones, señalan que las demostraciones de desempeño sexual adquieren un papel central en la afirmación de la identidad masculina” ( Rojas O., Castejón J. 2007, 11), que se reproducen desde la niñez, ante la amenaza latente de ser feminizado. “Por eso en la iniciación sexual masculina, la presión de grupo social juega un papel de considerable importancia, pues está orientada a la confirmación de la identidad […] y a la regulación de las prácticas sexuales del joven, independientemente de la relación de pareja que se tenga” (Rojas O., Castejón J., 12).

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