Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
Construcción de masculinidades en varones jóvenes no heterosexuales – 135 vas, sino que también afectos profundos, produciéndose relaciones de admiración, de respeto y de coexistencia. Desde la constitución de masculinidades no heterosexuales, es posible ver como el mismo hecho de relacionarse con semejantes es una instancia de autoafirmación con otros/as, lo que releva el lugar de los afectos como un nudo central del activismo sexopolítico, y a su vez da cuenta de cómo en estas otras masculinidades el afec- to posee un lugar constitutivo central. En estas masculinidades y en la posición de activista sexopolítico se recoge uno de los elementos relegados a segundo plano en muchas ocasiones por la masculinidad hegemónica –el afecto – y se resignifica en el principal motor de incidencia política y acción transformadora. El contar con redes de tipo afectivo situadas en la vida cotidiana y fundamenta- das en el vínculo de esta mixtura entre amistad y familia que simboliza la manada, es a su vez un factor motivacional que permite que los varones jóvenes no hetero- sexuales generen acciones colectivas (Delgado, 2005), en tanto una de las principales motivaciones por hacer activismo pasa por generar espacios en común con otras per- sonas similares significativas y esto a su vez retroalimenta la motivación por generar acciones colectivas conjuntas. Asimismo, es posible reconocer una naturaleza dialógica de estas redes afecti- vas, en cuanto las redes afectivas son el elemento que dinamiza los procesos de mo- vilización y participación juvenil, representando la oportunidad para establecer un núcleo de relaciones donde el/la joven puede manifestarse de manera más auténtica (Delgado, 2005). Esto puede operar en ambas direcciones, es decir, los varones no heterosexuales buscan un lugar de semejantes que constituya un espacio para estable- cer relaciones afectivas y políticas donde sean reconocidos, pero al mismo tiempo, al hacer activismo desde lo cotidiano, también buscan resignificar esos espacios previos a fin de transformarlos en lugares donde también les sea posible la autenticidad. Asimismo, el cuerpo aparece también como un lugar de lo cotidiano que es re- levante dentro del activismo sexopolítico en tanto se busca reivindicarlo y proble- matizarlo, lo que sin duda requiere una concientización sobre la vivencia del cuerpo, elemento que los diferencia de la masculinidad hegemónica en tanto esta se ve usual- mente con menor consciencia de su propio cuerpo (Cruz, 2006). Al ser el cuerpo vivido un medio para dar cuenta de los procesos sociales, rela- ciones y dinámicas de poder circundantes, resulta significativo como en el activismo sexopolítico aparece en escena un cuerpo en acción en un lugar no pasivo. Las for- mas en las cuales se realiza activismo sexopolítico no son azarosas, pues aparece acá nuevamente relevada la acción micropolítica, el trabajo “uno es a uno”, a través de performances, consejería, entre otros; el cuerpo es algo que también debe agenciarse y aparecer, distinción que se hace versus otras estrategias donde lo masivo invisibili- za el cuerpo y la subjetividad.
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