Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan
132 – juventudes en chile: miradas de jóvenes que investigan también, y que no quiero sentir culpa ¿Cachai? No quiero sentirme tenso, no quiero sentir eeh… esa vergüenza como al ridículo” ( Joaquín) Es desde este lugar que el activismo sexopolítico es visto como un elemento que les permitió en gran medida reparar el impacto producido por el daño sufrido en mo- mentos biográficos anteriores. Reflexiones finales La violencia – expresada en diversas maneras – parece ser un elemento transversal y tangencial en el itinerario de los varones jóvenes no heterosexuales caracterizando, articulando y marcando muchas de sus vivencias tanto en los planos familiar, educa- tivo y en sus grupos de semejantes. Si bien mucha de la violencia experimentada es evidente y explícita, tanto en el plano físico como psicológico, salta a la vista como muchos actos naturalizados en su momento, terminan siendo resignificados como actos de violencia gracias a los espacios de encuentro con semejantes y los primeros acercamientos a instancias de activismo. Asimismo, la violencia reportada posee como elemento común los distintos asi- deros que la sostienen: el no cumplimiento de la expectativa de un otro –general- mente en posición de mayor poder- respecto al canon de género socialmente acor- dado, la escenificación manifiesta de una subjetividad que se diferencia del género esperado, inquietudes e intereses que generan malestar, etc.; al hacer una síntesis de estas ideas es posible ver que esta es producto de una comparación entre “lo que es” y “lo que debiese ser”, dando cuenta de una dicotomía analítica que guarda coherencia con la lógica que supone lo masculino en oposición a lo femenino desde una mirada binaria (De Keijzer, 2003). Desde los primeros momentos de la trayectoria biográfica ya existen referen- tes externos que van progresivamente situando a los varones no heterosexuales en esta abyección. En este sentido, la exclusión y la violencia sufrida por los jóvenes responde a un mecanismo que desde la niñez se materializa para asegurar un orden jerárquico que los posicione en un lugar de subordinación (Connel, 1995). En este sentido, podríamos identificar la violencia en el itinerario como un su- ceso que supone cristalización o poca reversibilidad (Casal, et al., 2006) en tanto se encuentra profundamente anclado al “orden natural” de la heteronorma y la mascu- linidad hegemónica. Así, es posible plantear que la figura materna como una contraparte de sostén afectivo y el hecho de compartir con mujeres y otros outsiders en espacios de seme- jantes, parece lograr que los varones no heterosexuales no generen al menos total- mente esa distancia emocional, pues en gran medida, la conexión con este ámbito es
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