Juventudes en Chile. Miradas de jóvenes que investigan

108 – juventudes en chile: miradas de jóvenes que investigan La complejidad es que estos principios se instalan en comunidades de jóvenes de sectores empobrecidos, quienes tienen una capacidad de acceso limitada a aquellos bienes que valoran y que son ofertados por la industria del reggaetón. En síntesis, se podría señalar que la industria del reggaetón coopta la violencia, la delincuencia, el tráfico de drogas, el consumo de drogas y los transforma en ob- jetos de consumo a través de música, objetos y prendas de vestir. Para los jóvenes la mercantilización de los símbolos del barrio resultaría atractiva al sentirse iden- tificados con estas imágenes y vivirlas como una reivindicación de algunas de sus vivencias cotidianas. La valoración de lo individual por sobre lo colectivo es central para comprender los consumos culturales de estos jóvenes, en quienes se instalan relaciones de com- petencia propias de la ideología patriarcal. 2. Sociabilidad Los contextos de relación social son relevantes para dar cuenta de las construccio- nes identitarias de los jóvenes; siendo la familia, la escuela, la calle, la fiesta y otros espacios de participación algunos escenarios donde estas relaciones acontecen. A continuación, se analizan los principales hallazgos en la sociabilidad producida por los jóvenes estudiados con respecto a las relaciones entre semejantes varones y a las relaciones con las mujeres. 2.1. Violencia como aprendizaje de un estilo relacional Según Fuller (2001) la masculinidad en jóvenes de América Latina se ha compren- dido como una oposición a lo femenino. Ser hombre es no ser mujer y no ser ho- mosexual, y por ende la hombría debe ser demostrada en conductas y actos que den cuenta de aquello. La relación con las mujeres y lo femenino se define en términos de complementariedad u oposición, mientras que la relación con otros varones se defi- ne en términos de complicidad, reconocimiento y competencia. Quien deja de ser masculino, cae simbólicamente en su opuesto abyecto, que es lo otro, lo femenino, lo dominado (Butler, 2001). Fuller (1997, citada en Duarte, 2011) menciona a la calle como el espacio predi- lecto para la demostración de las masculinidades en producción. De esta manera, en sectores empobrecidos, la calle entrega el espacio de camaradería y compañerismo que no se obtiene ni en la casa, ni en la escuela. El grupo de hombres en la calle es el espacio privilegiado para la demostración de la hombría, ya que permite construirse para otros y ganar aceptación y prestigio a través de la exhibición de los cambios corporales, de las conquistas femeninas, y de la agresividad:

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