Idéntidad y exilio: poetas chilenos en Canadá
29 veces creo que usted no me entiende, que no se de. cuenta de la importancia de nuestro trabajo. Le he dicho mil veces que entiendo, que soy un ser educado y sensible. El sonríe, piensa que nadie que venga de allá abajo puede ser educa do y sensible, que nuestras escuelas y núes - tras universidades no pueden ser tan buenas co mo éstas, porque si lo fueran como explicamos las condiciones miserables en que vivimos, la falta de progreso y las continuas revueltas po Utico-militares que sacuden a nuestros países, como explicamos nuestra tendencia al ocio y al placer, a la incomprensión de ciertas leyes na turales. Quisiera explicarle al doctor, darle algunos elementos que ampliaran su visión de mun do, que abrieran un agujero en su caparazón de bruto pretencioso, pero me aburro de puro pen - sarlo. Su cara, su mirada de perro guardián me quita el ánimo. Lo único que vale la pena en este país son sus mujeres, los hombres dan lás tima, no se puede conversar con ellos, se la pa san hablando de deportes y del millón de dólares que quieren ganar, que van a ganar, que ya casi están a punto de ganar con un excelente negocio que se les ocurrió mientras miraban el partido en la televisión, frente a la cual un día cerca no. entre los cuarenta y los cincuenta morirán reventados por el scotch, el corazón, las úlce ras y la grasa del alma (36), El enfrentamientc cultural entre el narrador y el doctor es como un juego de espejos en que el lenguaje cumple un papel exorcizador. Teneirios varios dicursos que se superponen unos a otros. En primer lugar, la ponencia del doctor sobre las elucubraciones de un sujeto del Tercer Mundo: machista, sen timental y enfermo. Luego la grabación de este sujeto so bre su propia cultura y sus observaciones sobre el país del exilio. Frente a este plano doble de reconocimiento y con frontación, se interponen otros más secretos como el del texto del doctor (estudio académico) sobre el texto del na
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