Idéntidad y exilio: poetas chilenos en Canadá
20 mido por las constantes confrontac iones con el doctor y las enfermeras. Los niveles de realidad y de objetividad se des realizan y aunque no creemos en el discurso delirante del na rrador, atisbamos en su desmesura la cristalización de una verdad. Una lectura significativa del texto, vacía de con tenido nuestros propios estereotipos culturales y los pone en su justo lugar. Un ejemplo de esta puesta en acción para la crítica del lector la da el siguiente párrafo en donde el narrador proyecta su obsesión erótica en la contradicción de las dos culturas: Yo le había comentado al doctor la hosquedad de la enfermera y él se reía. T ■'ato profesional, trato profesional, murmuraba. Ustedes no están acostumbrados a eso, tienden a emotivizar todas sus relaciones. Es posible, le decía yo, pero no me gusta que me traten como a un mueble. Por qué no usas con ellas tus irresistibles encan - tos, homo eróticus, rne decía. No hay que tirar perlas a los chanchos, decía yo y él se ponía se rio y comenzaba con que no estaba trabajando bien, que mi material del último tiempo era esca so y demasiado contaminado con cuestiones políti cas u opiniones sobre la humanidad que ni a él ni a sus editores les interesaban y que su ponen cia debería estar lista para el Congreso del mes próximo y que yo no estaba cooperando. En mi grabación anterior he vinculado mi necesidad de msturbarme con la súbita abstinencia a la que he sido sometido y también a las inyecciones de su- pervitaminas que se me han aplicado en los quin ce días recién pasados. El doctor vino furioso, claro que nunca se muestra furioso, vino con una sonrisa y me dijo que no había ninguna necesidad de que yo adelantara opiniones sobre mi estado, que éste era su trabajo y que no quería interfe rencias, un objeto de estudio no puede enjuiciar se a sí mismo, al menos no en los términos que fija la ciencia, uno no puede ser observante y observado, me explicó. Perfectamente, doctor. A
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